Tercer tiempo
Cervantes del fútbol
Conozco pocos aficionados tan fieles a sus colores y a su equipo como Luis García Montero, que acaba de cumplir 60 años y se estrenó este sábado como presidente del Instituto Cervantes, que es como el equipo de fútbol que va representando el español por el mundo. La selección que defiende el español como segunda lengua en países que son de nuestra competencia. Ese día, además, García Montero volvía a escribir en As sobre el VAR, este hallazgo tecnológico para limpiar el fútbol de malas artes. Una especie de Cervantes del fútbol, ocupado de la limpieza de la lengua.
Jugar con poesía
Es, además, poeta del fútbol. Él conduce colecciones de poesía con su amigo Chus Visor (que se llama así por su editorial) y entre esas colecciones ambos publicaron recientemente una importante antología de poemas dedicados al fútbol, en la que poetas de renombre se fijan en este deporte para afilar metáforas como goles, o fueras de juego. Esta saludable relación del fútbol con la literatura no es nueva, pero en gran parte ahora se debe a ellos dos, ocupados en convencer a los escritores contemporáneos a ocuparse del deporte más popular de la historia.
El buen lenguaje
El fútbol tiene ahora la suerte de que se cuenten el poder metafórico del juego, que no va de ganar o perder, se trata también de contarlo bien, de ofrecer al aficionado una descripción que ennoblezca el carácter de sus hallazgos. Esta serie que Javier Matallanas ha coordinado para As sobre los pareceres que ha desatado el VAR en el Mundial ha sido un ejemplo de cómo los escritores se toman el fútbol. Y ahí ha estado García Montero acompañado de Manuel Vilas, de Ray Loriga o de Almudena Grandes, que además es su mujer. Por cierto, Vilas es madridista, como Loriga y como Luis; y, como Visor, Almudena es atlética.
Otras compañías
Esa convivencia Madrid-Atleti (u otras dicotomías) que se viven en tantas casas, alcanza en ese domicilio entre la escritora de Malena es un nombre de tango y el autor de Fe de vida un punto importante de ignición, pues ninguno de los dos rebaja los colores. Cada vez que sus equipos se enfrentan, se alejan de sus respectivas compañías, y disfrutan o sufren en otras compañías. Y esos días en que el equipo de Luis gana o pierde es mejor no andarle con bromas. Pierde el Madrid y su ánimo se convierte en versos de melancolía. Y su alegría cuando gana lo inunda todo.
Melancolía de Turín
La melancolía sobre el hombre de Turín le ha durado al madridismo lo que la alegría de la Champions le duró a Cristiano Ronaldo. Le dije a Montero que podría hacerlo delegado del Cervantes en Turín. No cuelan las bromas: Cristiano se ha ido mal, después de haberse hecho glorioso en el Madrid (él lo dijo) se mostró despechado y orgulloso de irse allí donde de veras se batalla, y no como Iniesta (eso le entendí) que se va adonde van a morir los elefantes. Di Stéfano siguió por aquí cuando se (mal) fue. Kubala merodeó. Irse no es mala cosa si te vas bien.
Llámame Alfredo
A propósito de Di Stéfano. Tomé un taxi en Sanlúcar el día en que hicieron presidente del Cervantes al madridista Montero. Iba en busca de Caballero Bonald, el presidente mayor de los poetas, por edad y por gobierno de la poesía. Éste me recomendó a Alfredo Larios, un veterano del volante. Le pregunté si lo habían puesto Alfredo por Di Stéfano. “Efectivamente. Mi padre era del Sevilla, pero lo admiraba tanto que me puso Alfredo, que me parece que no jugó en el Sevilla”. Di Stéfano dio mucho nombre en España. No sé de muchos que se llamen Cristiano, y a este paso no habrá tantos. Me hubiera encantado llamarme Ladislao. Pero ya es tarde.
La frase
“Nadie sabrá las veces, las mil veces, (…) que envidié la sonrisa de los cínicos”
Luis García Montero (Fe de vida)