NewslettersRegístrateAPP
españaESPAÑAchileCHILEcolombiaCOLOMBIAusaUSAméxicoMÉXICOusa latinoUSA LATINOaméricaAMÉRICA

A favor de Luis Enrique

Perdonen que me levante en favor de Luis Enrique Martínez, asturiano, aficionado al fútbol, futbolista, entrenador y ahora seleccionador. Comprendo que aficionados al fútbol, contrarios de toda laya, e incluso colegas suyos, expresen con respecto a él su antipatía, alegando para ello una categoría subjetiva que se repite mucho: que Luis Enrique es antipático. Una vez, en el Bernabéu, por el que transitó siendo madridista, observé que Luis Enrique era especialmente antipático para la grada. Lo entendí perfectamente: vestía de azulgrana, y además lo hacía con entusiasmo. Pero no fue por el entusiasmo que exhibía, sino por la camiseta que llevaba, que un aficionado a nuestro lado (a mi lado estaba el luego Nobel Mario Vargas Llosa) empezó a gritar diatribas contra él. La más frecuente, “¡¡Luis Enrique, Luis Enrique, tu padre es Amuinike!!”

Amunike era un futbolista negro que sufrió, en el Barça, una lesión que le causó su retirada. Cuando escuché los gritos le advertí al señor el hecho (incierto, la verdad) de que Luis Enrique era pariente mío. El señor tuvo la deferencia de empezar a gritar de otro modo y contra otro futbolista. Esa animadversión contra Luis Enrique, pues, no es nueva. Pero me llama la atención que se ponga tanto énfasis en la antipatía como rasgo que define su carácter. Como si para entrenar o seleccionar debas ser tan simpático como Tony Leblanc. Se supondría que con ganar títulos y entrenar mejor que otros ya estaría cumplido el curriculum. Pero a Luis Enrique, además, se le exige que sea simpático. Es muy interesante notar que los periodistas reclaman que Luis Enrique sea simpático con ellos. Caramba con nuestra piel de periodistas que reclamemos caricias de los sujetos de nuestro trabajo. A mí el nuevo seleccionador me resulta una persona educada, capaz de luchar por su puesto y por el club al que sirve; no me lo imagino huyendo de sus responsabilidades ni escudándose en la piel de otros para explicar sus fallos. Y, además, tengo en alta estima a este hombre al que se reclama simpatía. En 1995, cuando él estaba concentrado con sus compañeros antes de un partido de la Selección que ahora cae bajo su mando, publiqué en Alfaguara un libro de cuentos de fútbol cuyo contenido dirigió Jorge Valdano. Se me ocurrió mandar un ejemplar a cada uno de los futbolistas. Una mañana me llamó Luis Enrique. Fue el único que tuvo la gentileza de agradecer la lectura. Su conversación me resultó sosegada y grata, estaba atento al mundo de los libros y me pareció que me convocaba a seguir mandándole más. No le conté ahí lo que había hecho en el campo de fútbol cuando pretendieron insultarle. Pero desde entonces cada vez que le califican de antipático me fijo en aquel recuerdo y opto por salir a favor de Luis Enrique.