Tercer tiempo
Fracaso mundial
No fue tan solo la pérdida, que en el fútbol es lo contrario de ganar y está al alcance de cualquiera. Es el fracaso general del fútbol español en Moscú, tras una siesta que en la segunda parte alcanzó los límites de la gandulería. Desde aquel grave incidente que protagonizaron Lopetegui, el Madrid y la Federación, con culpas que ya ha dilucidado la historia, hasta este fin de fracaso mundial. Un equipo a la deriva que parecía leer en el campo una novela de Azorín, ajetreado luego, antes de los penaltis, para salvar la cara y la historia. La historia fue abofeteada, la cara se llenó de lágrimas.
El viaje del portero
Este final de siesta de España tiene un símbolo mayor, desgraciado, en la figura de David de Gea, que ahora simboliza, porque él estaba bajo palos en la tanda de penaltis, la última derrota. Pero sería un error ese señalamiento: el equipo jugó sin alma, arrastrando los pies sin renta que lo avalara. Los que vimos cómo alumbraban fútbol Mbappé o Cavani en los octavos francouruguayos echamos de menos esa alegría que, por ejemplo, Aspas le hubiera dado a España nada más comenzar. Pero Hierro optó por el agua fría, y al final el fútbol español se quedó helado en Moscú, bajo el aguacero.
Sol de Montevideo
El mejor sol de Europa cae por Lisboa; es el sol decadente pero poderoso del Oeste de Europa. Parecida luz tiene el sol que cae en Montevideo. Es el sol de Sudamérica. Ambos soles buscaron ganarse mutuamente en el campo ruso, haciendo fútbol. Portugal cayó combatiendo, Uruguay ganó creando. Su juego es una poderosa combinación de tradición y potencia, de combinación y de fe. El conjunto tiene delante un talismán vivo, Cavani, luminoso. El talismán portugués, Cristiano, estuvo opaco, el equipo no le dio fuelle. Se nubló el sol de Portugal. El de Uruguay estuvo pleno.
Bonjour la France
A Francia la había arrinconado el Mundial al área del fútbol defensivo. Y Argentina al fútbol del azar y la necesidad. El azar siguió amparando a los argentinos, que sin hacer nada de particular marcaron tres goles, e incluso pudieron subir en el marcador. Pero ni Messi recibió de su equipo, como Cristiano, otro aliento que el de la melancolía ni el equipo mismo tuvo la fe suficiente como para certificar con dignidad defensiva su pase por la zona mediocre del fútbol. Aquella gran Argentina es hoy una torpe imagen sin alegría. Al contrario, Francia simbolizó el futuro del fútbol, y exhibió a Mbappé como estandarte.
El futuro del pasado
Cristiano Ronaldo y Lionel Messi, arrastrados por la irrelevancia, tacharon su pasado de futbolistas decisivos, aquellos que estaban ahí para cuando hubiera tormenta. El Mundial los ha puesto en su época, el pasado español, y ha instalado a dos futbolistas que trabajan en Francia, Mbappé y Cavani, en la cúspide estética de las delanteras. El francés dio una lección de velocidad y alegría, y el uruguayo levantó a su equipo con la estética impecable de sus dos goles. Sus dos veteranos contrincantes, Messi y Cristiano, esperaban en el área y sólo obtuvieron aire cansado, son el futuro del pasado.
Gloria al Mundial
Conozco al autor de la frase de hoy, es mi nieto. Odiaba el fútbol, era capaz de dormirse adrede en un partido grande. El Mundial lo ha instruido a creer que este es un deporte que merece el insomnio, y en quince días juega, se sabe las alineaciones y las discute. Sus equipos de este fin de semana eran Francia, Portugal y España. Por Griezmann, Cristiano y Thiago. Es el milagro del Mundial, hacer aficionados. Le pregunté qué es el fútbol. “Un deporte en el que uno ataca para marcar en la portería contraria”. Esa es la esencia. Hay que llenar el frasco. Fracasar también es una opción.