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Para que se olvide el 1-7 de una vez

Brasil llega renovada, revolucionada de las manos de Tite, su mago y salvador de la patria con botas que si hoy fuera candidato a presidente del país, según todas las encuestas (sin broma) ganaría por goleada las elecciones que se celebrarán el próximo mes de octubre. Pero Tite no es político y en el fútbol, tu popularidad vale tanto como tu próximo resultado en la cancha. Y el partido de hoy tiene una importancia emocional y psicológica para la hinchada brasileña como pocos inicios mundialistas en la historia canarinha. Un mal resultado ante Suiza borraría toda la campaña invicta en la clasificación, el reencuentro con el jogo bonito y la luna de miel vivida con una afición que todavía tiene pesadillas con aquel 1-7 de hace cuatro años.

Motivos de optimismo no faltan para creer en este grupo. El ambiente en la selección es el mejor posible. Una confianza sin euforia. “Alegría y trabajo” es el mantra repetido por todos, jugadores y comisión técnica. Neymar llega recuperado y fresco. Sus compañeros, Coutinho, Willian y Gabriel Jesús, volando bajo. Y todo el equipo hambriento. Consciente de que tiene mucho que probar. De que hay que reivindicarse para borrar de una vez el recuerdo amargo de 2014.