¡¡¡Reyes de Europa!!!
La Leyenda. Lo hicieron otra vez. Sí. El Madrid, campeón de Europa. Como en 1956. Como en 1957. Como en 1958. Como en 1959. Como en 1960. Como en 1966. Como en 1998. Como en 2000. Como en 2002. Como en 2014. Como en 2016. Como en 2017. Como en 2018… Y para que la leyenda sea la MÁS GRANDE JAMÁS CONTADA, esta temporada se ha unido la corona de baloncesto en un doblete histórico que ningún club había alcanzado en el mismo curso. Historia que tú hiciste, historia por hacer…
La chilena. Esta 12+1, Decimotercera, Tredécima o La 13, llámenla como quieran que mi gozo es el mismo, será recordada por nuestros nietos por estar marcada por dos chilenas de book, cinematográficas, muy de Evasión o victoria. En Turín fue la de Cristiano, que puso en pie al estadio de la Juventus, rendido ante el megacrack. Y en la final de Kiev ha sido Bale. El galés voló sobre el cielo de la capital ucraniana con un remate excelso, imponente, demoledor para un Liverpool que se había hecho ilusiones con el empate de Mané. Ese chilenazo del Príncipe de Gales supuso el descabello para los soldados de Klopp, ya sin respuestas. Bale jugó media hora, pero valió por un partido entero. Estaba desatado, tanto que logró que Karius completase su night horribilis con un zambombazo que agujereó sus guantes de mantequilla. Liverpool, KO y a la lona.
Lágrimas. Pero también será recordada como la final de las lágrimas. Derramadas por dos espléndidos futbolistas a los que el destino les hizo la peor jugarreta posible. Caer lesionados sufriendo un doble KO. Uno dejar una final de Champions cuando todo estaba aún por decidir. Y el segundo al tener el Mundial prácticamente perdido a poco más de dos semanas de su inicio. El primero en caer fue Salah, en una acción con Sergio Ramos que hizo caer al egipcio en mala posición. Puro infortunio. Lloró amargamente mientras que la poblada grada de los ingleses quedaba enmudecida, bloqueada, sin aliento por primera vez en una final donde su superioridad numérica les tenía on fire. Para los madridistas suponía un alivio ver a la principal estrella del enemigo marcharse al vestuario, pero cinco minutos después las cañas se volvieron lanzas. Carvajal, en un taconazo talentoso para eludir la presión de los reds, sufrió una lesión muscular que lo tumbó sobre el césped del Olimpiyskyi Stadium. Dani, otra vez no. Como en la final de Milán. Alguien te ha echado un mal de ojo. Perderse el Mundial y gran parte de la final en el año que habías remontado esa peligrosa enfermedad de principio de temporada que te dejó fuera de combate dos meses es terriblemente injusto. Mucho ánimo crack. Dani, tú tampoco caminarás solo.
O Rei Zidane. Todo esto no hubiera sido posible sin Zidane. El Señor de La Novena. Y de la Undécima, Duodécima y 12+1. Su sonrisa diáfana y honesta ha contagiado a un equipo que afronta las finales de la Copa de Europa con el cinturón de seguridad puesto. Zinedine es el artífice de esta época gloriosa y posiblemente irrepetible. Se sube al trono de Paisley y Ancelotti. Y las que te quedan, maestro. El club debe ponerse a tus pies y dejarte que hagas tú la carta de los Reyes Magos. Te lo has ganado. Tu palabra debe ser dogma de fe y de obligado cumplimiento. Me vuelvo a casa con la mochila cargada de nuevo. Otra Copa de Europa más. He perdido la cuenta. Pero la leyenda no se detiene. Wanda Metropolitano, próxima parada.
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