El tercer tiempo

Viva el Subcampeón

Vean Campeones, la película de Fesser. Se sale con ganas de competir sin la ansiedad de ganar, solo para jugar y perder. Personas que ganaron la batalla para que no se les llame ni normales ni menos normales, sino personas, compiten para estar juntos, para avanzar, para ser felices, al mando de un entrenador engreído al que la vida empieza a irle tan mal que ya no le puede ir sino peor. Y esos muchachos, esos campeones, le cambian el carácter y le ponen la sonrisa donde antes tan solo tenía rencor o arrogancia. Ahora que celebramos campeones y esperamos campeones, está bien esta ducha de humanidad.

Perder es un saber

David Trueba escribió una novela con esa tesis: Saber perder (Anagrama). De eso va la película de Fesser. Tuve la suerte de ser educado también para perder, gracias a un maestro Emilio Lledó, que nos enseñó a ver luz donde había dudas. En esta película se juega el partido decisivo y gana el equipo contrario, además de mi pueblo tinerfeño y llamado Los Enanos. Los chicos de Los Amigos, protagonistas de Campeones, celebran la victoria del contrario como si hubieran ganado. El entrenador se sorprende que celebren ser subcampeones. Y dice Marín, base e hipocondriaco: “¿Es lo mismo un marino que un submarino?”

¡Subcampeones, Oé!

Es una lección contra la ansiedad que produce la victoria. Ahora celebra el Atlético, como mucha justicia, su victoria en Lyon. Lógica victoria, juegan mejor los del Wanda, y tienen vigor y ganas. Han hecho una Liga que los ha preparado para este triunfo. Y son en España subcampeones. El Barça ganó hace rato el campeonato, pero por algo raro que tiene en el alma de su historia lo ha celebrado como si fueran subcampeones, o aún menos, porque no ganaron a la Roma. Y ahora el Madrid espera su turno, como si desde el principio no hubiera querer ganar LaLiga y tuviera su vista puesta en Kiev.

De Lyon a Kiev

Es una ansiedad para los aficionados al fútbol. Ya está liquidada la ansiedad atlética, ahora sólo les queda despejar la ecuación Griezman, al que Messi habla al oído. Y ahora viene la ansiedad madridista: de ganar se trata. No me veo yo a Sergio Ramos gritando menos que “¡Campeones!”, como cantó “¡Campeones!” el Niño Torres a la vez que entonaba su adiós al equipo. Extraña situación, llorar y cantar a la vez. Así es la vida: siempre quedamos subcampeones al tiempo que somos campeones, porque nuestra ambición nunca se sacia. Ojalá gane el Madrid en Kiev. No me imagine a Roncero en el segundo peldaño del palco.

¿Luca o Luca Zidane?

Zidane ha dado a la luz un conflicto en el fútbol español. En el minuto final del campeonato puso en la portería del Real Madrid de Santiago Bernabeu a su hijo Luca. Luca ha querido despejar con las palabras lo que no se puede despejar en el campo. Él dice que en la calle es Luca Zidane y en la portería es simplemente Luca. Como si fuera campeón y subcampeón a la vez. Y eso no se puede. Es todo el rato Luca Zidane, el hijo del entrenador. Resulta raro de explicar, no porque no haya tradición, sino porque la presión es tremenda y un joven va a resentirla. Al entrenador ahora le sacan con motivo el fantasma de Kepa.

El fin

Tristeza abajo, sentimientos contradictorios arriba. Los perdedores van al purgatorio. El Atlético tiene Europa y LaLiga femenina, y abriga la incertidumbre de Griezmann. Al Madrid lo remueve el enigma Neymar, cuestión directiva más que necesidad de plantilla. Y Zidane arroja al plato la duda de si ya quiere como sustituto de Keylor a alguien demasiado próximo. No hay sosiego. Y ahora viene Rusia. Lopetegui parece un hombre sereno, no propenso a arbitrariedades. A él le queda la gestión de una ausencia mayor, la de Iniesta, campeón de todo. Marinos y submarinos: de eso tratan las competiciones.