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Caparrós y Ramos en la noche sevillana

La final de Copa desplazó para esta semana los partidos de los dos contendientes. Los dos los aprovecharon. El Barça, metido en fiestas, goleó al Villarreal, en un partido bonito en el que lo más destacado fue Dembélé, que jugó bien, propició el primer gol a Coutinho y marcó luego dos, el último de ellos, ya sobre la hora, precioso. Mirado por desconfianza por su precio y por lo poco que había hecho hasta ahora, se puede decir que ayer salió bastante acreditado del partido. Valverde lo va manejando poco a poco, con idea de aclimatarlo, y me parece que lo está haciendo bastante bien. En realidad, Valverde lo hace prácticamente todo bien.

El Sevilla también aprovechó su partido, que era de aúpa, porque era contra el Madrid. Lo ganó bien, sencillamente porque lo jugó con mayor interés. Caparrós le ha metido energía al equipo, es su especialidad. Juego largo, directo, dos arriba contra dos centrales, un poco desasistidos de los laterales y así fue sacando de cuando en cuando jugadas de peligro. El resto del partido fue aguantar atrás, ante un Madrid que no estaba para muchas gestas. A mitad de camino entre el arrimón del Camp Nou y con la perspectiva de Kiev en el horizonte, los madridistas no pusieron la pasión que sí ponía el Sevilla. Y pasó lo que pasó.

Zidane dio muchos descansos. Ceballos tuvo su oportunidad, y, lástima, se le escapó. Pitado por bético, se extravió en el partido, en realidad porque estuvo a otra guerra, que no era la suya, sino la que se va a vivir en esa ciudad el sábado, con el derbi. Pero no fue el único que jugó mal en el Madrid, hubo más, y en general el funcionamiento del equipo nunca apareció. Llegó a ir perdiendo 3-0, y sólo se acercó muy al final, por un buen cabezazo de Borja Mayoral (que sí aprovecha sus minutos) y un penalti rarillo transformado por Sergio Ramos, que antes había fallado otro. Él y Caparrós fueron los hombres de la noche sevillana.