Bahamontes: un vuelo para la eternidad
Federico Martín Bahamontes ya tiene su anhelada escultura en Toledo. “He tardado más que los siete años que esperé de novio con Fermina”, se desahogó este domingo en su discurso previo a la inauguración. Genuino. Fede eligió en persona su ubicación: El Miradero. En una cuesta, como corresponde al mejor escalador de la historia. La obra es una réplica realista y reconocible de cómo corría Bahamontes, gracias a la minuciosidad del escultor, Javier Molina. Gran trabajo. Fede también ha participado activamente en la elaboración, hasta el punto de que el día anterior todavía dirigía su orientación. Fede en estado puro. Este 6 de mayo de 2018, en un domingo soleado, como en sus julios gloriosos, se rodeó de amigos, ciclistas, autoridades, patrocinadores y paisanos para descubrir la obra que le inmortalizará en Toledo.
La estatua está unida al símbolo de la ciudad, que también es su apodo: el Águila. Un vuelo para la eternidad. “Fede ha sido el mejor embajador de Toledo del Siglo XX”, dijo la alcaldesa, Milagros Tolón. Y ahí queda para siglos futuros. Los turistas tienen un motivo más para visitar la ciudad. La obra es el colofón a una historia que se remonta a 1959, a un país pobre y aislado, del que surgió un enjuto toledano que conquistó nada menos que el Tour de Francia. España le recibió como un héroe. Porque lo era. Luego vinieron otros fantásticos campeones. Pero el primero tuvo un valor especial. Tres de ellos le acompañaron: Indurain, Delgado y Sastre. No acudieron Contador y Pereiro, que optaron por un acto de Trek. Se les echó en falta. También se añoró a Ocaña, fallecido, cuya estatua envejece solitaria en la conquense Priego.