Noble y bélico adalid
El léxico del fútbol tiende a expulsar los rasgos de violencia que todavía anidan en él. Al contrincante no se le ve ya como “enemigo” sino como “rival”; se va dejando de decir que un delantero “fusila” al portero; un equipo no ejerce como “verdugo” de otro cuando lo elimina...
Por eso cada vez me suena peor un estribillo del himno tradicional del Real Madrid, conocido como “el de las mocitas madrileñas”, la entrañable cantinela interpretada por José de Aguilar con letra de Antonio Villena y música de los maestros Marino García y José Cisneros.
Aunque comprendo que es fruto de otra época (los años cincuenta), en realidad me suena mal la letra entera, porque me parece una sucesión de ripios y tópicos.
El fragmento que no consigo pasar por alto dice:
“Hala Madrid, hala Madrid, noble y bélico adalid, caballero del honor”.
La palabra “adalid” ya suena muy extraña ahí, pues por tal se entiende “caudillo militar” o “individuo muy señalado de algún partido, grupo o escuela de un movimiento en defensa de algo”.
Por eso se dice en sentido figurado que alguien es “un adalid de la democracia” o “un adalid del cocido”. Es decir, alguien que defiende los valores de la democracia o las proteínas de los garbanzos.
Pero quizás Villena no quería vincular al Madrid con un caudillo, ni siquiera en sentido figurado. Simplemente, no encontraría mejor palabra que rimara con “Madrid”. Y en verdad no disponía de muchas, porque “lid” ya la usa en otro momento (“a triunfar en buena lid”), y en el Diccionario sólo le quedaban rarezas como “ardid”, “vid” o “quid”, difíciles de encajar entre las glorias deportivas que campean por España.
Sin embargo, lo que más se me atraganta es el adjetivo “bélico” (“perteneciente a la guerra”). ¿Bélico el Real Madrid? Por mí, en absoluto.
Se podría haber elegido la opción “el modélico adalid”, pero seguiríamos sin saber de qué somos adalides. No recuerdo haber oído ni leído nunca “adalid” sin que le acompañara un complemento del nombre: “Adalid de la sanidad pública”, “adalid del deporte”; pero siempre “adalid” de algo.
Si oímos “tu prima es una adalid”, preguntaremos “¿una adalid de qué?”.
Otra alternativa consistiría en eliminar eso y repetir la letra posterior: “¡Hala Madrid!, ¡hala Madrid! A triunfar en buena lid defendiendo tu color”. Y así dos veces.
Confieso que yo lo hago, callandito, cada vez que la insoportable megafonía del Bernabéu nos atruena los oídos con ese himno.