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Iniesta, Iniesta, Iniesta

Emoción. La emoción de Iniesta es la metáfora más impactante de un partido de fútbol excepcional, no por la insólita goleada en una final de Copa, sino porque fue el de la virtual despedida española de uno de los grandes futbolistas de la historia del fútbol. Andrés Iniesta. Jugó con la elegancia para la que nació como jugador, desde las categorías inferiores, empujó a su equipo hacia la calidad, consiguió doblegar a sus rivales directos y, al final, consiguió la unanimidad de una grada que desde que fue sustituido (minuto 87) hasta el final del partido se rindió ante su manera de jugar, ante su educación deportiva y ante su imponente paso humano por el centro de un deporte en el que no abundan personalidades así. Gracias.

El juego. Fue un abrazo tan grande el que le dio Messi que parecía una despedida aún más solemne que esta; ni se va Iniesta de inmediato, ni es esta la última celebración de ambos. Pero sucedía tras una crisis de juego que condujo al suicidio de Roma, ante un rival corajudo. Ernesto Valverde confió en Iniesta y en Messi para acelerar el cemento del equipo. La naturaleza del juego se fue haciendo sólida de inmediato y el Sevilla supo de pronto que Iniesta no estaba para despedidas sino para reivindicar una historia del fútbol que está en sus pies como en otros tiempos estuvo en los pies de Kubala, don Luis Suárez y Johan Cruyff.

La despedida. Y al fin fue una despedida. En medio de una deportividad emocionante, el Wanda Metropolitano le reconoció esa sutileza con la que encantó al fútbol mundial, desde la Selección campeona al Barça campeón. Nunca estuvo ni en su mente ni en sus gestos burla de rival alguno. Hizo un gol extraordinario que fue símbolo de su alianza con Messi, recibió de Luis Suárez un beso en la calva, fue abrazado por sus contrarios y dio además una lección suplementaria de su deportividad, cuando le pidió perdón al árbitro Gil Manzano por extralimitarse en sus atribuciones de protesta como capitán herido. Fue una imagen bella, de fútbol verdadero, digna de la historia del jugador y del equipo. ¿El Sevilla? Fue arrollado por el orgullo barcelonista, por el Iniesta excelso, conducido por su manera de ser, por el Messi capaz de superar depresiones recientes para dedicarse al equipo como pocas veces ha llegado a hacer.

Homenaje. Eché de menos en Carrusel a don Luis Suárez, que con tanta pasión como naturalidad ha ido comentando este Barça en sus virtudes y defectos. Por razones personales está fuera de micrófono actualmente. Me alegré por Carlos Naval, el querido delegado azulgrana, su abrazo a Messi refleja una historia densa y bella. Y me alegré por mi amigo Rodri, un culé de Madrid me había dicho que el Barça iba a arrollar. Me mandó un mensaje que sólo decía: “Sir Iniesta”. Un gentleman del fútbol. Bravo, genial manchego, el fútbol no te olvidará jamás. Eres una escuela.