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Se nos va Iniesta, nos queda su ejemplo

Algo se muere en el alma cuando un amigo se va... No hay que ponerle música de sevillanas para sentirlo. Ahora que sabemos que Iniesta ha decidido irse del Barça para rematar su carrera en China, sentimos todos una nostalgia singular. Aún quedan unos partidos para disfrutarle, entre ellos la final de Copa, este fin de semana, y luego la Copa del Mundo en Rusia, pero ya nada será igual, porque sabemos que pronto dolerá el hueco de su ausencia. También en esto el fútbol es metáfora de la vida. La felicidad nos acompaña mientras nos acompaña, pero pasa el tiempo, pasan las cosas, pasa la vida, todo pasa y ahí te apañes con lo que venga...

Todos los jugadores se van, todos se llevan un trozo de esa vida de repuesto que nos ofrece el fútbol, según le escuché un día a Garci. Pero unos se llevan un trozo más grande que otros, y el de Iniesta es de los más grandes. Ha sido uno de los jugadores bandera de los mejores años de nuestro fútbol, de esa época plena que él simboliza por el gol que más felices nos hizo. Pero no fue sólo ese gol. Fueron partidos y partidos, minutos y minutos de recrearnos con ese juego suave y estético, como si sus botas en lugar de tacos calzaran patines. Alcanzó una relación casi musical con el balón. Ha sido un regalo verle jugar tantos años.

Quizá se va demasiado pronto. Somos muchos los que aún le vemos vigente. De hecho, se mantiene firme en este Barça que va camino de ganar LaLiga, quizá invicto, y en la Selección, que va al Mundial con vara alta. Pero, prudente como es, no quiere quizá verse como Torres en el Atleti, jugando ratos sueltos, al albur de un criterio ajeno, que le excede. Por eso se va, como otros antes. Casillas a Portugal, Xavi a Qatar, Villa a Estados Unidos, Iniesta a China, donde quizá se encuentre con Torres... Parece que cada vez se van más lejos, como si nuestro fútbol fuese una terrible centrifugadora. Pero se vayan donde se vayan, siguen entre nosotros.