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Zidane pasa al ataque

Madrid

Acostumbrados a un Zidane más bien discreto en su discurso, despejando cuestiones con ese español imperfecto y su sonrisa como escudo, lo de hoy ha sido más bien sorprendente. Discreto no quiere decir aburrido, son varios los mensajes soterrados que lanza el técnico francés en cada comparecencia, tanto por lo que dice (“Al que le gusta el fútbol le tiene que gustar Benzema”) como por lo que se ahorra (tras el doblete de Bale en Las Palmas: “Contento por él. Y ya está”). Pero no venía siendo su perfil el del entrenador de grandes titulares y defensas a ultranza, del mismo modo que probablemente el tiempo y la distancia con la visita de la Juventus al Bernabéu devolverán las aguas a su cauce habitual.

Pero las repetidas acusaciones de favores arbitrales para el Madrid en Champions parecen haber colmado su paciencia, no sin argumentos: el penalti tiene tantos defensores como detractores, no puede hablarse de una verdad absoluta, y si el inglés Oliver hubiese tramado la clasificación blanca desde el arbitraje hubiese concedido un gol más bien legal a Isco en el primer tiempo, por ejemplo. La opinión, ya lo ha dicho Zidane, es libre, pero no así el derecho a la calificación de robo para lo que realmente fue un partido desastroso del Madrid con una resolución infartante y afortunada. Zidane pasó al ataque: su equipo será capaz de perpetrar una caraja épica que bien pudo costar la Champions, pero no “el robo del siglo”.

“Molestamos a mucha gente, no podemos cambiarlo”; “No es sólo aquí, también lo veo en Francia y en otros países”; “Estoy un poco indignado, no se puede hablar de robo”; “Claro que hay antimadridismo”; “Somos el mejor club del mundo, eso genera celos”; “Que se hable de robo es una vergüenza, porque fue penalti. Esto hay que pararlo”… La colección de dardos que ha dejado Zidane en la rueda de Prensa previa a la visita a Málaga ha sido ingente y le acerca a perfiles bien conocidos (cholismo, mourinhismo y hasta guardiolismo en los últimos tiempos). No existe, creo, riesgo de que se torne algo permanente, pero Zidane, como todos traspasado cierto punto, está legitimado para dejar de poner la otra mejilla cuando siente que su trabajo y el de los suyos no recibe un trato justo. No se trata de acallar la crítica o la polémica, muchas veces justificadas. Pero entre una sesión de baño y masaje y hablar de dos Copas de Europa ilegítimas habrá un término medio. Digo yo.