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El Niño y la ilusión

Dijo Cruyff algo así como que nunca nos debíamos olvidar de que el fútbol no es más que un juego y que su principal objetivo es educar a los niños, bien a través de su práctica, bien como espectadores. Javier Marías resumió su pasión por este deporte, y por el Real Madrid en particular, sentenciando que “el fútbol es la recuperación semanal de la infancia”. No se puede desligar el éxito del balompié como el deporte más seguido del planeta de la evidente facilidad que tiene para emocionar. Pero no hace falta reflexionar sobre todo esto para ser un buen aficionado al fútbol. Tampoco para ser un gran profesional. En el día a día de los partidos y campeonatos todos tienen sus prioridades.

Me han mostrado varias personas su interés por mi opinión sobre la marcha de Torres del Atlético de Madrid. Realmente, ya se ha dicho prácticamente todo y no tengo nada que aportar como seguidor rojiblanco, algo que llevo en privado. Como explicaba mi compañero Álvaro Rigal en ‘El Confidencial’, escribiendo con el corazón en un puño y el carné de socio en el otro, Fernando le salvó la vida a una generación entera de atléticos. Una verdad que todo seguidor rojiblanco tendrá presente mientras viva. Tampoco voy a decir lo que supone a nivel personal, lo que tenía que decirle ya lo hice en un mensaje cuando me anunció hace unas semanas que todo se acabaría al final de temporada. Y tampoco voy a rebatir la sagrada legitimidad que tiene Simeone como entrenador para decidir, eligiendo las alineaciones que entiende las mejores para ganar partidos. Nunca conviene olvidar que todos los grandes entrenadores son egoístas, esto quiere decir que jamás van a prescindir de un jugador que piensen que está mejor que los demás. Se puede polemizar mucho, pero, en definitiva, el Cholo creyó que Torres estaba peor que algún compañero siempre que fue suplente. Luego, cada cual podrá compartir o no la decisión, pero sólo a uno le pagan por preparar al equipo.

Lo único que quiero hoy es lamentar que está próximo el fin de una ilusión. La emoción de ver saltar a Torres al terreno de juego vestido de rojo y blanco. Esa ilusión ha sido un plus para todo atlético siempre, pero sobre todo en esta segunda etapa. Un partido del Atlético de Madrid es muy diferente si el de Fuenlabrada está participando. Cuando sale del banquillo, hay un antes y un después, Griezmann, Costa, Saúl y hasta el espíritu de Luis pasan a un segundo plano, y todos los ojos se dirigen a cada movimiento, a cada intervención del Niño. Se desea que marque el Atleti, claro, pero se prefiere que lo haga el 9.

Fernando Torres celebra un gol en el Vicente Calderón
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Fernando Torres celebra un gol en el Vicente CalderónJAVIER GANDULDIARIO AS

Esta sensación de fin de una ilusión es la mayor desazón que va a dejar su marcha. Porque el rectángulo verde, el único que no miente, no ha determinado todavía que esto tenga que acabarse. El perfil bajo demostrado por el delantero recuerda al que tuvo al final Del Piero en la Juventus, por ejemplo. El mismo que no quiso asumir Raúl en el Real Madrid, decisión igual de respetable. El caso es que, como jugador de fondo de armario, ha cumplido de sobra, y el balance deportivo es mucho más positivo del que se desprende de algunos análisis. Los tramos finales de las últimas dos temporadas, cuando Simeone le dio respaldo deportivo y continuidad, junto con muchas actuaciones de la presente han mostrado un delantero a la altura de los retos del equipo. Eso hace que muchos se queden con ganas de más, viendo que se repartían minutos entre los otros delanteros que él demostraba merecer más. Porque no le han visto tan mal como para ni servir de primer delantero suplente un año más.

De puertas para fuera, el Atlético de Madrid pierde un elemento de intimidación que tampoco ha sido usado en toda su extensión tras su regreso. Porque siempre la mayor ilusión de una afición es el mayor miedo de la afición rival. Y esto sigue latente aún hoy con Torres. Antes del reciente Barcelona-Atlético, Ter Stegen fue preguntado en una entrevista por el ataque rojiblanco. El alemán contestó rotundo, dando sólo un nombre, a quien más temía era a Torres. Igual pensará Sergio Ramos, quien ha seguido perdiendo duelos y sufriendo hasta el último derbi que han jugado en contra. Pero Simeone optó por no usar esa arma en las últimas visitas al Camp Nou y al Bernabéu. Como tampoco la utilizó en demasiados de los momentos cruciales de los últimos tres años.

Por ejemplo, en la Champions de 2015, cuando se mantenía el empate en la vuelta de los cuartos ante el Madrid y, en el tramo final, fue expulsado Arda Turan. Quedaba un cambio y se acercaba la prórroga. El Cholo optó por poner tres centrales metiendo a Giménez, que calentaba en la banda junto a Torres, en vez de refrescar la presión, dar aire al equipo con alguien que permitiera salir al bloque trabajando los envíos largos y, sobre todo, que infundiera temor a un eterno rival ya desbocado y a un Bernabéu que, tres meses antes, lo acababa de ver marcando un doblete, echándolos de la Copa. Salió Giménez y marcó Chicharito, aprovechando que la defensa se estaba aún acoplando. Ni siquiera hizo falta la prórroga. Pudo haber salido bien, Simeone, en la encrucijada, apostó con toda la intención de pasar la eliminatoria. De la misma manera que ahora eligió que la figura de Torres no le sirve para que el proyecto del equipo siga creciendo. Y por el bien del club y afición, todos desean que sea la decisión acertada, aunque duela. Pero eso no quita para que otros crean que esta ilusión tenía todavía mucho que decir y aportar.

Si cuenta la leyenda que el Cid ganó batallas después de muerto, imaginen lo que podría hacer si aún le quedasen uno o dos años de vida (deportiva). Fernando ha sido tratado como uno más y él lo ha acatado con histórico respeto. El error ha sido que él no es ni será uno más.

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Carlos Matallanas es periodista, padece ELA y ha escrito este artículo con las pupilas.