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Anfield también juega

Antes de un partido entre el Liverpool y el Chelsea en Anfield, el entonces entrenador de los londinenses Avram Grant dibujó el equipo rival en la pizarra. El 9 de los Reds se llamaba Anfield. “Míster, no hay un jugador que se llame así”. “Ah, no”, contestó Grant. “Es que no hago más que oíros hablar de Anfield y pensaba que era el goleador que les ganaba partidos”. Y entre risa y risa quiso decir que si no era su estrella es que no había que darle importancia. Pero Avram se la daba porque la tenía.

Ayer se vio. La primera media hora en el mítico estadio fue eléctrica, al igual que la media hora antes del pitido inicial. El partido lo estaba jugando todo el estadio. El City, que no conseguía tirar entre los tres palos, no daba crédito y no hacía casi nada de lo que lleva un año haciendo. La lucha del que busca ordenar el caos (Guardiola) y el que promulga el caos (Klopp) estaba siendo ganada por el segundo. Pero era una cosa rara. Sin crear ocasiones daba la sensación de que el City estaba a un momento del empate a tres. Y eso que estaban tres goles por debajo. Como si el partido tuviera una puerta secreta hacia otro mundo. Sólo que nunca se abrió. El caso es que como los dos equipos entienden el fútbol (la vida) del mismo modo (desde la valentía) en la vuelta todo es posible.