Zidane define su poder en la adversidad

El memorable gol de Cristiano Ronaldo -perfecto compendio de prodigio estético, precisión rematadora y desafío a las leyes físicas- reeditó en Turín la victoria del Madrid en la final de Cardiff, con la misma alineación y los mismos tres goles de diferencia sobre la Juve. La única salvedad fue estrictamente futbolística: el Madrid ha aumentado su distancia sobre el gran dominador actual en el fútbol italiano.

El gran cambio con respecto a Cardiff está relacionado con las decisiones de Zidane, absolutamente liberado de prejuicios. Hace dos años, cuando sucedió a Rafa Benítez al frente del equipo, etiquetó a Bale, Benzema y Cristiano Ronaldo como titulares indiscutibles. Los tres figuraron como titulares en la final de San Siro (2016) frente al Atlético de Madrid. Fue tan contundente el mensaje que parecía escrito en las tablas de la ley.

Un año después Bale no fue titular en la final de Cardiff, su ciudad natal. En Turín, no jugó un solo minuto. Benzema mantiene la titularidad, pero fue sustituido en el segundo tiempo y su presencia cada vez está menos asegurada, a pesar de la incondicional adhesión de Zidane. La modificación de la delantera probablemente habla menos de una eventual pérdida de confianza de Zidane en los dos delanteros que de un incremento de su propia confianza como entrenador.

Zidane ya no es el técnico debutante en una situación de emergencia. Un título de Liga y dos Copas de Europa le han ayudado a profundizar en las posibilidades de la plantilla, que son inmensas. La BBC es una gran delantera, pero su intocable condición empujaba a la rigidez del dibujo. Era un 4-3-3 a la fuerza. Por las características de los tres futbolistas -ninguno es un legionario defensivo-, el Real Madrid tendía a desequilibrarse más de la cuenta y a frenar las legítimas aspiraciones de Isco, Asensio y Lucas Vázquez, tres jóvenes que se distinguen entre otras cosas por su versatilidad.

Tenía motivos de sobra el primer Zidane para afirmarse con la BBC. Tenían el prestigio, los goles y el amparo del club, siempre atento a su liderazgo en el otro fútbol, el que se juega en el planeta mercantil. En la medida que Zidane ha progresado como entrenador, favorecido por una cosecha impresionante de títulos, también ha aumentado su poder. La presencia de Isco y la ausencia de Bale en la final de Cardiff dijo bastante de su creciente jerarquía, pero ha sido en la dificultad donde Zidane ha multiplicado su liderazgo.

Tramos. Pocas cosas son más difíciles en el fútbol que hacerse fuerte en los momentos de debilidad. Durante la primera parte de la temporada, el Madrid fue tan decepcionante -llegó a estar a 21 puntos del Barça y fue eliminado en cuartos de la Copa por el Leganés- que el foco crítico se situó sobre el entrenador. Su posición era inquietante. Sin embargo, Zidane tomó dos o tres decisiones trascendentales: recortó al mínimo la presencia de los jóvenes fichajes -Ceballos, Theo, Llorente, Mayoral y Vallejo-, confeccionó de facto una plantilla de sólo 15 o 16 jugadores y exploró todas las posibilidades tácticas que le ofrecían.

En París alineó a Lucas Vázquez y Asensio por los costados. En Turín recuperó a Isco para jugar en la media punta. A Cristiano le ha asignado definitivamente la posición de ariete. Benzema es menos sustancial en estas condiciones. Bale, el primer 100 millones en la historia del fútbol, no ha sido titular en ninguno de los últimos grandes partidos europeos. Muchas decisiones en poco tiempo, las que se corresponden con un entrenador que ganó prestigio con los títulos pero se ha hecho fuerte en la adversidad. Es decir, cuando se miden las convicciones.