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Tercer tiempo

La voluntad de estilo

Lo que pasó en Sevilla este sábado abre reflexiones de todo tipo, no sólo futbolísticas. En primer lugar, hay dos maneras de abordar una dificultad; una de ellas es mantener la voluntad de estilo para facilitar una solución. Y la otra es perder la paciencia. Lionel Messi, que entró en el campo para animar a los suyos (ya había tiempo para poco más), se impuso la primera de las actitudes y sacó al Barça del atolladero mayor de LaLiga, su primera derrota, en condiciones, además, calamitosas. El equipo había jugado con los pies cansados, triste y mediocre. La cara de Ernesto Valverde era una saeta llena de pesadumbre

Saeta de Rosario

A Alfredo Di Stéfano lo llamaban “La Saeta Rubia”, porque era rubio (y bastante calvo) y se incrustaba en el alma contrita del otro equipo como si viniera mandado por el mismo Dios del cielo. Al lado tenía a otra saeta, Francisco Gento, que no hacía las florituras de su compañero, pero tenía arrestos para burlar uno por uno a sus adversarios, centrar o tirar. Aquí comparó Relaño ayer a Bale con Gento, por el gol ese tan preciso con el que condenó a la Unión Deportiva. Pues ahora hay otra saeta, la saeta de Rosario. Fue convocado al campo y fue Di Stéfano.

El cantar ahogado

Estuvo tan acertado Messi que parecía haberse dibujado el partido antes de entrar. Observo bromas sobre sus bostezos. Es lógico, es como los nietos, si no juegan se aburren. Y el banquillo no se hizo para él. Cuando Argentina hizo el ridículo él dio tales muestras de aburrimiento que daba hasta pena verlo por televisión. Pero, en este caso, cuando salió a ponerse en su sitio, su cantar ahogado se hizo veloz como la saeta de Machado a la que Serrat le puso música. Y el partido fue inmediatamente otro, porque había entrado en el coro triste del Barça un solista tan eficaz como aquellos Paco y Alfredo del pasado.

Hacer historia

El Sevilla estuvo a punto de hacer historia. El fútbol tiene este vaivén musical, tienes que saber bailar entonado hasta el final, porque si no viene un muchacho de Rosario que canta mejor las saetas. Ya a estas alturas sólo Messi o Cristiano aseguran estas remontadas. El Madrid cabalga de nuevo, aunque sea tarde, y el Athletic lo intenta, pero tiene plomo en las alas. ¿La UD? Me da rabia y pena verla ahí, sacando sus uñas bellas, cantando folías, tristes folías, en medio de una zozobra para la que el árbitro no tuvo piedad.

Sombra de Isco

No vimos a Isco. Cuidado, ese muchacho es una joya, y por ahí hay tanto ojeador que sería bueno que el Madrid, que ostenta ese triunfo, empezara a hacerlo imprescindible. No lo cansen, no le cojan ojeriza sus jefes. Aspas, su compañero, jugó y empujó al Celta a las barbas bilbaínas, hasta hacerlo sucumbir. Está mal decir esas cosas, pero comenté en casa: “El Celta va a marcar”. Se veía venir, no hacía falta ser un zahorí. Lo peor de lo que le pasa al Athletic es que es previsible, sobre todo en lo malo.

El talismán

Isco Alarcón es un talismán. Su ausencia del equipo blanco es sustantiva, porque dura. Es como si a Rodrigo, que saca al Valencia de todos los túneles (ayer, del túnel de Leganés), Marcelino lo hurtara entre los armarios de la plantilla y lo sacara sólo de tapadillo. Igual sindiós está organizando Montella con Ben Yedder, que salvó al Sevilla de Mourinho, demostró además que es capaz de cantar a capella el himno de Nervión y ahora está en el banquillo, ausente como un alma en pena que hubiera cometido pecados en el campo. Los equipos suelen tener estas contradicciones. Terminan pagándolo.