El balón es enemigo natural del portero

La tecnología del balón juega contra los porteros. Así pasa desde hace tiempo, y así sigue pasando. Tras el Alemania-España, Maroto tuvo el buen instinto de hablar con De Gea, Ter Stegen y Reina, y los tres estaban de acuerdo: “El nuevo balón es difícil, hace extraños”. Sus quejas se parecen, como un huevo a otro, a las que escuchamos de sus antecesores. Buffon tachó el balón de Corea-Japón de “pelota ridícula, con un bote hecho para niños”, y Casillas definió al Jabulani de Sudáfrica como “pelota de playa”, por citar solo a los dos más grandes. Cada salto evolutivo del balón complica más la vida a los porteros, de Mundial en Mundial.

Menos se quejan los jugadores de campo, aunque también se ha dado. Pero es que el balón es por naturaleza enemigo del portero, mientras que el jugador de campo pretende hacerle su aliado. Adidas, en sus continuas reformas, piensa más en él y no en el portero. Se pretende un balón ‘muy reactivo’ que premie el golpeo perfecto y que tenga una respuesta constante, que no cambie durante el partido, por el uso o por la lluvia. Y también que sea más rápido. Con la misma pegada, va más lejos en un pase, o llega a portería con más velocidad. No es ‘más ligero’, como algunos dicen, no puede serlo, el peso es el reglamentario, pero ‘vuela más’. 

Para los porteros es una vuelta a empezar cada cuatro años. Fillol, campeón con Argentina en el 78, lo tiene claro: “Mientras la FIFA pueda perjudicar a los porteros con pelotas livianas lo va a hacer, como ocurre desde hace años”. Al portero se le pide que saque rápido, que maneje el pie cuando el compañero apurado se lo cede, se le ha llegado a expulsar por los penaltis... Se quejan de que se les  hace la vida más difícil, de que nadie piensa en ellos. Y es así: ellos se interponen entre el fútbol y el gol, y la afición y la FIFA lo que quieren son goles. Y Adidas procura hacer al balón aún más enemigo del portero de lo que por naturaleza ya es.