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El inquietante territorio de Asensio

Marco Asensio es la última paradoja de este Madrid lleno de paradojas. Asensio marcó el gol de la victoria frente al Leganés, en el último minuto de un partido que, según todos los comentarios, desacreditó a los habituales suplentes. No merecen el salto a la titularidad, dijeron las crónicas, alimentando una dinámica que favorece la situación actual: un equipo de titulares inabordables y otro de suplentes desanimados. Lo paradójico del caso es que los titulares tampoco ganan. Dos derrotas (Barça y Villarreal) y un empate con el Celta.

El problema tiene miga. Cuando los titulares no funcionan, se piensa en los suplentes. Cuando los suplentes decepcionan, ¿en quién se piensa? Quedan algunos días en el mercado de fichajes, pero se descarta cualquier operación en enero. Zidane dice que no necesita más jugadores, que lo resolverán los jugadores que ahora, por las razones que sean, atraviesan por una crisis de primer grado, salvo que una desventaja de 19 puntos con el líder y figurar en la cuarta posición de Liga se interprete como una minucia.

Hace tiempo que la mayoría de los suplentes se sienten demasiado suplentes. Hubo algún momento esperanzador en el comienzo del campeonato, cuando Mayoral y Ceballos, dos estrellas de la Selección Sub-21, empujaron con sus goles, dos cada uno, a las victorias del Real Madrid en Anoeta y Mendizorroza. Parecía que Zidane anticipaba una estrategia similar a la que triunfó la temporada anterior, pero la realidad ha sido muy diferente.

Los jóvenes suplentes se acercan cada vez más a la condición de nota a pie de página. Se han vuelto marginales. Alguna responsabilidad les corresponderá a ellos, incapaces de desafiar a los titulares, pero una cuota importante se puede atribuir a Zidane. El desencanto afecta a varios suplentes, caracterizados por su ausencia en las convocatorias de Liga o sustituidos casi irremediablemente. Ceballos y Llorente son dos casos evidentes. Theo, que era una bomba de energía, ha perdido la vitalidad. Están tan señalados que transmiten una resignación preocupante en gente tan joven.

A medio camino, que suele ser la peor situación posible, se encuentra Marco Asensio, un talento futbolístico de primer orden que ahora frecuenta mucho más a los suplentes que a los titulares. Ha figurado en la alineación inicial de los cinco partidos de Copa (las eliminatorias con el Fuenlabrada, Numancia y Leganés) pero su última aparición como titular en la Liga se produjo a comienzos de diciembre, en la victoria (5-0) frente al Sevilla. Desde entonces, sólo ha jugado los últimos minutos contra el Barça, Celta y Villarreal.

Marco Asensio ofrece la impresión de jugador asaltado por las dudas y quizá el desánimo. Está sometido a la indefinición, a una especie de crisis de identidad, problemas bastante frecuentes en los jugadores jóvenes y más aún en equipos tan jerarquizados como el Real Madrid. El problema es que no se trata de un jugador cualquiera, ni tan siquiera de una promesa a medio plazo.

Asensio es un gran jugador, destinado a aventuras de calado en el Real Madrid y en la Selección. Confirmó todas las expectativas en la temporada anterior, jugó un partidazo como titular contra Italia, ha marcado goles en varios de los encuentros más importantes del Real Madrid (Bayern Múnich, Juventus, los dos partidos de la Supercopa frente al Barça), y nunca se ha sentido superado por el peso de la camiseta madridista. Sin embargo, su presencia decrece y, en la misma medida, se resiente su juego. Lo que antes era ebullición, ahora son detalles, excepcionales detalles (el golazo de Leganés)cada vez más perdidos en la niebla de este Madrid paradójico: la crisis afecta a los titulares, los suplentes y los indefinidos. A ese inquietante territorio pertenece ahora mismo Asensio. Malo para él, malísimo para el Real Madrid.