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Froome y el viejo ciclismo

Enrique Gómez Bastida, que fue director de la Agencia Española Antidopaje, además de instructor de la Operación Puerto, escribía hace dos días una tribuna libre en As donde se cuestionaba por qué el Sky, que se erigió en el abanderado del ‘nuevo ciclismo’, sostenía los mismos argumentos en el caso de Chris Froome y el salbutamol que el ‘viejo ciclismo’. Ana Muñoz Merino, que también ocupó ese cargo, comentó ese artículo en redes sociales parafraseando a Pablo Neruda: “Nosotros, los de entonces, seguimos siendo los mismos”. Más que a los ‘Veinte poemas de amor’, la defensa del equipo británico suena a ‘Una canción desesperada’. Ese ‘Poema 20’, al que pertenece la cita aludida, comienza: “Puedo escribir los versos más tristes esta noche”. Y eso es lo que nos produce el caso Froome. Tristeza.

Froome se agarra a su asma infantil para explicar por qué ha doblado la tasa permitida de salbutamol. Nos gustaría creerle. Igual que nos hubiera gustado creer aquella bella historia de Lance Arm­strong, que ganó siete veces el Tour tras superar un cáncer, el año después de que el caso Festina dejara al ciclismo contra las cuerdas. Hoy, ni existe su historia, ni existen sus Tours. Hay múltiples casos más, ya los conocen. El problema es que este deporte viene de las tinieblas y necesita algo más que las excusas de siempre para ver la luz. Es el cuento del pastorcillo mentiroso, que de tanto gritar que “viene el lobo’, cuando el lobo vino de verdad, nadie le creyó. El nuevo ciclismo no puede parecerse al viejo ciclismo, para poder recitar bien alto los versos originales de Neruda: “Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos”.