Tercer tiempo
El Balón es suyo
Ya tiene Cristiano otro Balón de Oro y lo celebró tanto en el campo como en la historia. Dijo que era el mejor de la historia. Historia con mayúsculas. La Historia se sigue haciendo, y él la hizo el sábado en el campo: con el Balón de Oro ya al calor del Bernabéu, el más importante futbolista del Madrid desde Di Stéfano acompañó a su equipo, de modo decisivo, en una victoria sin paliativos sobre el Sevilla. Despierta el Madrid y tiembla el misterio. Con un equipo insólito, casi de la cantera, subió muchos grados sobre el que solía ser. No sólo tiene que ver el Balón de Cristiano.
El perdedor
El Sevilla compareció tan solo unos segundos, y luego se fue a refrescar manzanilla. Rara comparecencia la del Sevilla perdedor. Dice Enzensberger en ese libro, ‘El perdedor radical’: “En lugar de leer en las mil caras del perdedor, los sociólogos se atienen a sus estadísticas, basadas en valores medios, desviaciones estándar y distribuciones normales”. Según la estadística, el Sevilla no tenía por qué haber salido así. Pero el fútbol no es estadística sino cuando nos conviene: es perder y ganar. La trama no tiene más vuelta de hoja. El Sevilla salió a perder.
El ganador
Y el Madrid salió a ganar. Como si el gen madridista hubiera despertado y dijera: ya no se puede más. Se asustó ese gen ante el Dortmund. ¿Cómo nos puede estar pasando esta pájara? Cristiano hizo el viaje del Balón, volvió con él (y con aquella frase) bajo el brazo, y puso a su equipo firme hasta cuando iba 5-0: no se duerman, pareció decir. Decía Del Bosque cuando el As cumplió 50 años (5-0: esa analogía se la tendría que haber robado a Roncero): “Siempre que sale al campo tengo la sensación de que el Madrid va a ganar”. Me pasa igual certeza (y en mi caso es también temor) desde que soy aficionado al fútbol.
Las culpas
En este 5-0 hay grandeza, nadie se puede quejar. En el 2-1 de Valencia, el Celta salió de uñas contra el árbitro. Es curioso Mestalla: siempre sale alguien con un penalti de menos, con un gol de menos, con un árbitro de más. Y me sorprendió escuchar a Unzué, entrenador céltico, reclamar justicia tras el encuentro, porque él y los suyos se sintieron maltratados por el colegiado. No es su estilo, el de Unzué, por eso él mismo se reía mientras hacía la reclamación inútil. En el fútbol, tras el partido, es inútil culpar. La culpa es el empedrado de los partidos, sólo sirve para seguir caminando. Nadie ha ganado un partido después de perderlo.
El juego
Es un juego el fútbol, mejor que la ruleta, porque en la ruleta sólo hay azar y paciencia. La parte de azar del fútbol hay que traerla resuelta de casa, de los entrenamientos semanales. Se pierde reiteradamente porque no te preparas, o te preparas poco; si el perdedor piensa que el azar está con él sólo porque sí va aviado. A la Unión Deportiva Las Palmas, que tanto quiero, le pasó el Alavés por encima como una auténtica apisonadora. Pero algo vi en mi equipo canario que mejora su rostro: está entrenando mejor, viene más aseado de casa. Eso abre una esperanza en medio del lodo. A estas alturas ya no puede confiar sólo en la lotería.
Azulgrana granate
Don Luis Suárez está en contra de los cambios de equipación del Barcelona. Dan mala suerte. Y el de anoche fue tan oscuro como el juego azulgrana. El es, como este culé, del viejo color azulgrana, el que él compartió con Ladislao Kubala, al que esta semana los húngaros de Madrid rinden un merecido homenaje. LaLiga estuvo a punto de animarse. Y el Villarrreal perdió por la mala maña de Raba. Demasiado pronto en su vida para dar esas patadas inoportunas. El que pierde, al fin, se siente solo, pero una derrota enseña a que por algo hay en el campo habitualmente once hombres. Y no diez. Al Barça de Messi despierto no se le dan esos regalos porque los acepta todos.
La frase
“Es tan difícil hablar del perdedor como necio callar sobre él”
‘El perdedor radical’, Hans Magnus Enzensberger (Anagrama)