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Tercer tiempo

As cumple

Medio siglo diciendo cómo va la pasión por el deporte. Hoy reúne Manu Carreño en El Larguero, que yo no me pierdo nunca a las 23:30, a quienes cuentan la historia del deporte y quienes cuentan en esa historia hoy en día. Los que crecimos leyendo prensa deportiva siempre hemos tenido admiración a los que examinan con tanto respeto el esfuerzo de quienes ganan y de quienes pierden, pues de esto va este bello drama de competir. Felicidades, AS, por prolongar durante tanto tiempo la ilusión de los lectores de estar también compitiendo. Y que la fiesta siga medio siglo más.

La fiesta del fútbol

Escucho (y veo) fútbol desde niño. Por la radio, por la SER, con Radio Club Tenerife crecí, hace precisamente medio siglo. Y desde hace más de medio siglo soy de un equipo concreto, el Barça. Este sábado por la mañana, como me pasó otras veces en la vida, escuché (y vi) el fútbol de pie. Por los nervios. Fue muy emocionante el Barça-Celta, el Atlético-Real Sociedad, y, finalmente, el Athletic-Real Madrid, que había que ver de nuevo para asistir al verdadero drama del fútbol, ganar o perder, en su identidad precisa. Cuando los vi se me ocurrió aquel título del checo Hrabal.

El tren de la Liga

Ese título, Trenes rigurosamente vigilados, se me vino a la cabeza y lo anoté para compartirlo hoy. Y cuando me dispuse a escribir observé en la portada digital de este periódico la misma metáfora: El Madrid deja pasar otro tren. Ahora en LaLiga la vigilancia es máxima, y la tensión se corta con un cuchillo: estamos ante el gran derbi, el Barça tuvo un pinchazo, y sufrió un pinchazo Umtiti, tan bueno en su defensa; el Atlético ha recuperado el color, y el Madrid se vigila a sí mismo pues padece convulsiones que se observan como parte de un cuadro general preocupante. Ahora todos vigilan a todos.

Vigilancia propia

Y lo peor es que ahora se vigilan también a sí mismos. AS publicaba ayer los récords tristes de Sergio Ramos, que ante el Athletic se quitó la máscara para marcar, quizá, como otras veces, de nariz. Y luego salió del campo por sobrepasarse ante Aduriz, su rival. El Barça jugó a medio gas como si Messi fuera el único resorte. Todos vigilados por el Valencia. La histeria deja la grada y se instala en el campo, como un fenómeno típico de la Navidad, cuando la competición se acelera. Ahora ya hay dos árbitros claros de LaLiga, Atlético y Valencia. De momento. Esto puede cambiar en tres semanas.

La meta de Moscú

Cristiano está seguro del porvenir de su país en el Mundial; acaso esa perspectiva le levante el ánimo. Ese campeonato será como la Expo del fútbol, y como un almanaque en el que se señalen los finales de carreras gloriosas: la suya, la de Iniesta…, Iker Casillas ya no puede despedirse ahí, ya se despidió de Lopetegui. Se ha sido cruel con el Santo. AS no lo ha sido, eso me satisface como lector que soy. El fútbol no sólo consiste en ganar o perder: también se basa en recordar. Y Casillas es inolvidable. No estará en Moscú, pero en el corazón del fútbol estará siempre.

Intelectuales

El Valencia no nos ha acostumbrado a ser el que era, y ayer tarde lo fue en Getafe. Le dejó al Barça intacto en LaLiga en un partido que convirtió en una sombra de lo que solía ser últimamente. En esta lucha por dar alcance a los azulgrana fue un tren lento, impedido por el Getafe en circunstancias al menos difíciles: con uno menos, el equipo madrileño se creció en inteligencia y en dominio de los impulsos. Los dos están preparados por entrenadores tranquilos, intelectuales del banquillo. Se tenían vigilados y la consecuencia fue esta, que el Valencia se rindió ante el Getafe… y ante el Barça.