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Este Madrid tiene más personalismos que personalidad

No le salen las cuentas al Madrid, que registra su peor balance en la Liga desde la temporada 2008-09, la que significó la eclosión del Barça que comenzaba a dirigir Pep Guardiola. Como ocurrió entonces, el Real Madrid salió como favorito indiscutible para conquistar el título. Había ganado la edición anterior con 19 puntos de ventaja sobre el Barça, tercero en la clasificación final, aunque disponía de la plantilla más lujosa de su historia, con Ronaldinho, Messi, Etoo, Henry, Xavi, Iniesta, Yayá Touré, Deco, Márquez, Puyol, Zambrotta, Abidal, Thuram y Víctor Valdés entre las muchas figuras de su plantilla. Muchos de ellos, con Frank Rijkaard a la cabeza, hicieron el pasillo de campeón al Real Madrid en el Bernabéu, antes de salir goleados (4-1).

Aquel Madrid no acreditó en ningún momento los pronósticos. En la primera vuelta, una semana antes de enfrentarse al Barça, Bernd Schuster, entrenador del equipo desde el verano de 2007, afirmó que no era posible la victoria en el Camp Nou. Fue despedido inmediatamente. El Real Madrid perdió con honor en Barcelona y batalló con el líder hasta el célebre 2-6 en el Bernabéu, momento que marcó el giro radical en el club. Florentino Pérez, que calentaba sigilosamente por la banda, decidió regresar a la presidencia.

Las circunstancias son muy distintas ahora, pero algo recuerda a aquellos días: el Madrid está gripado. No gana, o gana mucho menos de lo que debería. Tampoco venció en San Mamés, contra el Athletic más angustiado de los últimos 10 años. Es un equipo que viene de un largo periodo de bonanza: ha disputado tres finales de Copa, una de la Europa League, ha ganado una Supercopa de España y ha jugado con regularidad las competiciones europeas, incluida la Champions League en alguna ocasión. Ahora está atacado por la angustia. Tres días antes de enfrentarse al Real Madrid, el Athletic había sido eliminado de la Copa por el Formentera, una señal de los graves problemas que atraviesa.

El Athletic mejoró, especialmente en el primer tiempo, su rendimiento habitual esta temporada. Jugó con bravura y velocidad. Concedió algunas ocasiones, pero en la primera parte estuvo muy cerca del gol en cuatro oportunidades. Keylor, criticado por su débil reacción en el tanto que le marcó el Fuenlabrada en la Copa, destacó en su portentosa intervención al remate de Iñaki Williams. El Madrid no funcionó bien en el capítulo defensivo, no tanto por la actuación de la línea defensiva, que fue buena en general, como por la debilidad del equipo, demasiado largo durante casi todo el partido.

Al Madrid, que volvió a jugar con los titulares de la final de Cardiff, como en el Metropolitano y Girona (Carvajal no jugó en Montivili por lesión), le sobraron oportunidades para ganar, pero algunos datos no hablan bien de su registro en San Mamés: Arrizabalaga fue menos exigido que Keylor, no hubo precisión en los tiros, no hubo colaboración entre Cristiano y Benzema (no se dieron un pase en todo el encuentro) y abundaron las prisas. Frente a un equipo acelerado (el Athletic quemó toda su energía en la primera hora y se apagó después), el Madrid jugó sin ritmo y sin pausa. Le sobró una velocidad, o peor aún, no encontró la adecuada velocidad colectiva. Ese problema le restó claridad y aumentó el perfil ansioso del equipo. De repente, todos quisieron ganar el partido, excepto Benzema, que no se recuperó de su remate al palo en el primer tiempo. Pareció un jugador deprimido.

En San Mamés se vio a un Real Madrid con más actitud que ideas y sin ninguna de las cualidades que le hicieron admirable en la segunda vuelta de la temporada anterior. Aquel equipo redondo es ahora una suma ineficaz de individualidades. Todos se esfuerzan, con los mejores a la cabeza, pero es un esfuerzo obsesivo, poco inteligente.

Isco ha asumido con tanto entusiasmo su liderazgo que pretende llevarlo a todas las zonas del campo. En los últimos partidos interrumpe la fluidez del juego más de la cuenta. El liderazgo de Cristiano se relaciona con los goles. Los busca con tanta desesperación que se ha convertido en un asunto exclusivamente personal, al margen del equipo. Cristiano fue una ametralladora en San Mamés, pero salió del partido en blanco. Al Madrid le convienen menos liderazgos individuales y más gestión colectiva del juego.