Medicina para el apetito del Madrid
El Madrid hizo en Chipre el trabajo que se espera del campeón de Europa. Se impuso al APOEL con naturalidad y seis goles. En muchos aspectos fue un partido extraño. Hasta ahora, el Real Madrid ha resuelto los partidos con claridad y sin problemas. Quedan lejos aquellos patinazos con el Levante, Valencia y Betis, pero no tanto las derrotas con el Girona y el Tottenham. Hasta el empate en el Metropolitano generó dudas. La temporada ha sido más pródiga en preocupaciones que en satisfacciones. La victoria sobre el APOEL no pasará a la historia, pero al menos generó la idea de naturalidad.
No se puede hablar de un nuevo registro del equipo. El APOEL es un equipo combativo con jugadores mediocres. Tiene algún peligro cuando se juega la vida por algo, y eso no ocurre en estos momentos. No pasará a la siguiente ronda, proeza que logró hace cuatro años, cuando se enfrentó al Madrid que dirigía Mourinho. Esta vez ofició de víctima de principio a fin. Fue la clase de equipo que revitaliza a los rivales en crisis.
La crisis del Madrid afectaba a varios jugadores y a casi todas las líneas. Ningún problema resultaba más sorprendente que la sequía de sus delanteros. Cristiano Ronaldo había marcado su cuota habitual de goles en la Copa de Europa. Pero en la Liga anda muy corto de números. Un gol es una minucia impensable en el principal goleador en la historia del Madrid. Benzema no embocaba ni en España, ni en Europa. En el Metropolitano fue una sombra. Se fue del partido sin dejar noticias.
En Chipre marcaron a pares Benzema y Cristiano, un soplo de optimismo para los dos y para un equipo que les necesita urgentemente. Ya se sabe que los goleadores son gente sensible a las rachas, aunque Cristiano sabe poco de estas cosas. Ha vivido en racha desde que apareció en el fútbol. Dirime sus rachas entre gol y gol, generalmente en el mismo partido, en medio de frustraciones que no puede evitar. Cristiano se prohíbe fallar un remate. Benzema es otro asunto.
Benzema no siente el gol como una urgencia. Su prioridad es jugar y si cae algún gol, mejor que mejor. Ha marcado bastantes (0,48 de promedio) desde su llegada al Madrid en 2009, pero se ha dejado bastantes por el camino. Algunos porque se ha preocupado de ayudar a Cristiano en su frenesí goleador y otros porque los ha fallado. Benzema no es un instantáneo del gol. Ahora se le necesita más que nunca. Continúa el calvario de Bale, no está Morata y Borja Mayoral es un principio de proyecto.
Lo que antes se permitía a Benzema, un cierto relax rematador, ahora es menos tolerable. El Madrid necesita una gran cuota de goles con menos goleadores disponibles. Eso lo saben el club y sus hinchas. También lo saben los rivales. Es un Madrid más previsible porque el margen de maniobra de sus delanteros es menor. Y se trata también de un equipo que no suele aportar demasiados goles de sus centrocampistas.
Si la fiebre del gol es contagiosa, el resultado de Chipre la vendrá de perlas al equipo. Era la medicina que requería para uno de los varios aspectos cuestionables del Madrid. El partido dijo algo del efecto que tiene la eficacia en el fútbol. El Madrid mejoró de manera progresiva en el partido. Arrancó regular y terminó bailando al APOEL, con Theo, Ceballos y compañía en el campo. Queda saber si el efecto es circunstancial o de larga duración.