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España puede ganar o perder pero el baloncesto ya ha perdido

Las Ventanas ya están aquí. El conflicto ha sido tan largo, tan enquistado y con tantos recovecos que parecía que no llegarían. Pero, noviembre de 2017, la primera ya está aquí: el lunes Sergio Scariolo dará una lista de 24 con, tal y como anunció el presidente Garbajosa, los jugadores de los equipos de Euroliga. Y ahí empezará el verdadero problema, el meollo de un asunto que ha desgastado hasta extremos rocambolescos al baloncesto europeo. Sin los jugadores de NBA, totalmente descartados, y con jornadas de Euroliga por en medio, los propios jugadores tienen que decidir si se quedan con sus equipos o se van a jugar con España contra Montenegro y Eslovenia (días 24 y 26). Los clubes no querrán que vayan, la letra de la Ley del Deporte obliga y la FIBA aprieta las tuercas después de un reguero de críticas a su sistema futbolero que incluye a personalidades del baloncesto continental (Messina, Obradovic, Jasikevicius, Sabonis…), a los exseleccionadores españoles y a José Ramón Lete, presidente de un CSD que trata de mediar en esta crisis mientras se esfuerza con la de la Liga ACB, un asunto diferente pero que acaba siendo tocante porque a los equipos modestos tampoco les gusta que sus jugadores sí se vayan a hacer kilómetros y jugar partidos mientras los de NBA y quizá Euroliga no lo hagan. Porque conviene recordar que esto no afecta solo a la Selección española sino a todas: 117 jugadores de nuestra Liga están en las preconvocatoria para esta Ventana, clasificatoria por cierto (a veces parece lo de menos) para el Mundial de China 2019.

Este conflicto, que a base de no encontrar soluciones avanza hacia el descarrile definitivo la próxima semana, se anuda entre los internos (ascensos, descensos, canon federativo, Liga de 14, 16 o 18 equipos…) de un baloncesto español que, tampoco parece lo más saludable, comenzó la temporada con 12 de sus 18 equipos en tres competiciones europeas de dos organismos distintos (otra vez, Euroliga y FiBA). Al fondo de tanto ruido, al final de las reuniones infructuosas, los tableros de ajedrez y las embestidas a través de la prensa están los aficionados. Confusos, preocupados y seguramente también aburridos. Sin que nadie esté libre de culpa, esta superposición de calendarios y de problemas encima de más problemas desgasta a quien finalmente solo quiere ver buenos partidos de baloncesto. Lo mollar parece convertirse en secundario, como si fuera una víctima anónima y no la base sobre la que se tiene que construir un deporte que, como todo en la vida, retrocede si no avanza. Adam Silver, en su última visita a España, dejó claro que el baloncesto europeo no aprovechó el propulsor atómico que fue Barcelona 92 para crecer de la forma que al otro lado del Atlántico preveían. Y allí no esperan. Y cuando tienen que devorar, devoran.

¿Es posible como dice Baumann que España se quede fuera del Mundial 2019 y los Juegos 2020? Lo es: hay que jugar, ahora mismo no se sabe con qué jugadores ni contra qué jugadores (Doncic y Randolph estarán en la misma situación que los españoles del Real Madrid de cara al duelo ante Eslovenia). El propio Scariolo ya lo advirtió en su momento. Y si España se clasifica, quizá lo haga gracias a una base de jugadores que después de sacar el billete podría quedarse en tierra ante la llegada de la alta jerarquía, nobleza NBA al frente. Cuanto más nivel, más jugadores en la NBA y más en equipos de Euroliga: más problemas. A eso se enfrentan España, Francia, Grecia… Así que ahora mismo es difícil vislumbrar nada, mucho menos cuál será el efecto deportivo de unos partidos con las caras B de las mejores selecciones del mundo. España puede ganar o perder, y esperemos que gane. Pero el baloncesto no tiene absolutamente nada que ganar en su coyuntura actual. Esperemos de hecho, y asomados ya al precipicio de la primera Ventana, que no haya perdido ya demasiado.