Sobrevivir viviendo en el filo
Cuando un equipo está en una racha negativa, los días más desagradables son el siguiente a un partido. Las dudas se instalan en los recovecos del vestuario, se suceden charlas muy parecidas a las del pospartido anterior, y el jugador solo desea que pasen rápido los entrenamientos para volver a competir lo antes posible. El terreno de juego como único lugar de redención.
Los resultados negativos empiezan a comprometer los objetivos, y en ese trance donde tanto la confianza individual como la colectiva están en entredicho, es más difícil que nunca saber qué deparará el futuro para ese equipo y cada uno de sus miembros.
El Atlético de Madrid vive días desconocidos desde que Simeone es su entrenador. Acostumbrado durante cinco años a sobrevivir en partidos de resultados ajustados, bien aguantando hasta el triple pitido del árbitro, bien reventando al rival en el desenlace del choque, esta temporada la dinámica se ha dado la vuelta como un calcetín. Pequeños detalles que restan goles arriba y los conceden abajo lo han distanciado en Liga más de lo esperado y lo han colocado con un pie fuera de la Champions.
El Cholo habló de pulso del destino tras empatar por segunda vez ante el Qarabag. Acepta el desafío con actitud rebelde mientras proclama la única receta para volver a sonreír: trabajo. En estas fases de la temporada, lo más inteligente es centrarse en cada paso diario de la preparación, en todo lo que está al alcance. El fútbol tiene muchos analistas alrededor, pero hay elementos que no tienen más explicación que el azar o los simples caprichos de lo que nunca dejará de ser un juego. El ancestral partido a partido, que el gran público conoció de la boca del Cholo, cobra en estos momentos una importancia suprema para la estabilidad anímica de la plantilla.
Ahora, cuando se está en el filo y el lobo del fracaso muestra sus dientes, paradójicamente se tiene una oportunidad de oro para lograr el éxito. Porque, aunque nadie desea pasar por las dudas, la desconfianza de la afición y la lejanía de la victoria, pocos escenarios son más gratificantes y motivadores como el que aparece al salir triunfante de una mala racha que te asoma al abismo. Multitud de ejemplos hay en la historia del fútbol de equipos invencibles nacidos del filo de la navaja, desde la Italia campeona en España 82 al Barcelona del triplete de Luis Enrique.
Aunque lógicamente es mucho más larga y anónima la lista de proyectos que acabaron despeñándose. Para evitarlo, los pesos pesados de la plantilla rojiblanca se han conjurado en busca de la unidad, porque los malos momentos dan alas a los individualismos, el mayor cáncer para un equipo. Y, por suerte o por desgracia, todas las sensaciones y conclusiones a corto plazo dependen de lo que dicte el marcador del estadio. Con el objetivo de volver a atar victorias, se trabaja paso a paso sin mirar a ningún horizonte más allá del próximo encuentro.
Así visto, queda conocer qué pasará en la Champions. Desde la prensa la mayoría se apresuró demasiado a dar por cerrada la andadura atlética en la mayor competición de clubes. Pero cuando llegue el próximo partido, solo existirán los tres puntos en juego contra el Roma. Antes habrá jugado el Chelsea en Azerbaiyán. Y esa noche se sabrá si se llega a la última jornada con opciones o no. Así también se afrontará la visita a Londres para cerrar la primera fase. Si se cae, se confirmará la mala Champions hecha por el conjunto colchonero, obligando a reordenar objetivos en Navidad y a apagar muchos fuegos internos. Pero si por lo contrario se sale vivo de este “pulso del destino”, prepárense para ver un Atlético de Madrid pleno de confianza y aspirante a todo. Más que lo visto hasta ahora.
Carlos Matallanas es periodista, padece ELA y ha escrito este artículo con las pupilas.