Una gran oportunidad para dialogar y seguir el ejemplo de Gerard Piqué

Sentada se entiende la gente. La distancia no es el olvido, es el ruido que abona el malentendido. Las diferentes miradas, filtradas desde medios de uno y otro lado de la trinchera alentados por pirómanos infectos que ya sea desde medios de comunicación o desde tribunas políticas incitan al odio sin reparar en el error, son inevitables. Por eso, hay que tener la humildad de pedir perdón cuando uno se equivoca. En estos tiempos convulsos todos hemos patinado (y algunos en cuesta abajo) y yo no soy una excepción, ni mucho menos. Pero creo que no hay nada, como dijo ayer Gerard Piqué, que no pueda arreglarse cara a cara en una sentada con tiempo y cañas de por medio. O igual no se arregla, pero por lo menos se liman asperezas y conoces puntos de vista de los que no piensan como tú.

El reto. Piqué, como todos, puede haber metido la pata, pero, como muy pocos, ha tenido el coraje de tratar de arreglar las cosas. Sabe que será misión imposible cambiar la opinión de una masa social que le considera la encarnación de todos los males y que en un ejercicio de esquizofrenia le grita “eres español” o “vete a tu país” como si buscaras Google en Google. Un bucle de incoherencia. Pues a pesar de eso, el central del Barça sigue sin coger la maleta e irse. Es más, como le van los retos cree que si se sentara a cenar con los que le gritan en cada partido, ya no le gritarían más. Le creo, pero es imposible de cumplir, no hay tiempo para convencer a tanto hiperventilado. Aunque a mí, tomando cañas me ha caído bien hasta... Bueno, obviaré el nombre para no comprometer a un personaje que con un micro es vitriolo, pero que cara a cara es majísimo.

El papel del club. A Piqué lo han tomado unos y otros como estandarte a pesar de que únicamente es un chico de 30 años que define su postura a favor del derecho a decidir, jamás a favor de la independencia, pero eso le da igual a mucha gente. El Barça, navega entre aguas tormentosas, pero a diferencia del jugador, tiene un tonel de abogados, juristas y asesores para dar cada paso. Y Piqué, encima, acepta preguntas (tome nota quien se sienta aludido) y se adelantó a la declaración del club para adherirse a una mesa de diálogo propuesta por el Colegio de Abogados de Barcelona que parece una iniciativa para superar ese sinsentido al que le queda una oportunidad para sentarse y dialogar cara a cara. Y si es con una caña, mucho mejor. Hay esperanza.