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Escribá: los sabios tenían razón

El Villarreal es un club especial. Aunque muchos ya lo saben, conviene repetirlo en estos momentos para entender la fulminante destitución de Escribá. El técnico quedó quinto la temporada pasada, tenía al equipo en media tabla este curso, líder en Europa y con todas las opciones intactas en la Copa. En cualquier otro club ya hubieran encargado un monumento en su honor. Pero este Submarino familiar es una entidad única y excepcional que confirma la regla. Para absorber los problemas y para rascarse el bolsillo. Los Roig ponen mucho dinero cada año para construir un producto que se diferencie positivamente del resto. Y hasta ahora, en lo que va de campaña, lo único que ha dado es el cante en Anoeta y en el Coliseum. A estos dirigentes no les vale con competir. Lo que buscan es progresar. Y desde que se fue Marcelino, este Villarreal no ha hecho más que retroceder. La sombra del asturiano es demasiado alargada.

Roig lo sabe y por eso explotó el pasado 10 de septiembre. Esa tarde la grada silbó a Escribá cuando el equipo iba perdiendo ante el Betis. El presidente, ya con la remontada en la mano, cargó en Radio Vila-real contra ese sector crítico al que acusó de no tener paciencia. “Enhorabuena a los sabios que pitan al Villarreal”, dijo. Más que enfadado con las continuas protestas, lo que realmente estaba era contrariado porque su disconformidad con el proyecto había calado en la masa. El Villarreal habló este verano con algún que otro entrenador para dar otro aire al banquillo, pero como no fructificaron los contactos (ay Berizzo…), hizo de tripas corazón y confió casi obligado en apostar por la continuidad. Ahora, tras un arranque dubitativo también se había dejado apalabrado un acuerdo con el sustituto por si la cosa no mejoraba. El runrún llegó a los medios, al vestuario y a la afición. El despido de Escribá puede sorprender a más de uno. Pero no en Vila-real. Allí son pocos y humildes, pero demasiado sabios.