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Una final enredada en un ovillo

Hoy se resuelve el primer título de clubes de la temporada de baloncesto: la final de la Supercopa Endesa. Llega con un regusto raro. Sólo habían pasado cinco días de los partidos por el podio del Eurobasket, cuando Valencia, Unicaja, Gran Canaria y Real Madrid entraron ayer en liza en la competición de apertura de la ACB, con varios de los medallistas continentales ya en sus filas. Sin apenas descanso. Durante ese campeonato, y durante su resaca, se han encadenado varios de los quebraderos de cabeza que acechan a este deporte. Sin descanso también. Hemos comprobado la supremacía de la NBA, capaz de sacar a un jugador de una selección de campanillas en pleno torneo: Álex Abrines. Nadie discute su dominio, ni su calendario, ni sus reglas. La NBA es intocable.

Durante el Eurobasket también se sucedieron, acá en España, las reuniones de los clubes y el CSD para intentar salvar la Liga, después de esa amenaza de escisión de los grandes. La ACB arranca con un presidente que ya no lo es y con 18 equipos que los poderosos pretenden que sean 16. Al fondo asoma un calendario internacional sin aclarar. Las Ventanas enfangan un poco más. La FIBA perdió hace tiempo la manija de la Copa de Europa y desde entonces anda a golpes con la Euroliga, que, por supuesto, también tira para casa con una ocupación cada vez más grande de fechas. La voracidad de la Euroliga se come a la ACB. Y el contraataque de la FIBA pone en peligro a la Selección, que se queda en cueros ante la clasificación del Mundial. Un ovillo que cada vez se enreda más.