Reds, cifras con luces y sombras

Vamos a hacer un juego. ¿Saben en qué posición estaría el Liverpool si se contaran los puntos desde la llegada de Klopp en octubre del 2015? El City iría sexto, el Tottenham, tercero, el Chelsea, segundo y el Liverpool, primero. El alemán ha logrado que el equipo vuelva a competir y a considerarse candidato a entrar en el Olimpo de los grandes, pero esa estadística es engañosa. El curso pasado (donde no competía en Europa pero tampoco disputó el título de liga) y el inicio de esta sugiere que al Liverpool le sobran ganas pero le faltan ingredientes para ser campeón. Encaja muchos goles, se les escapa el control de los partidos a menudo, y no puede ganar a todos a base de marcar docenas de tantos.

Su fútbol es entretenido pero también frustrante: si su línea defensiva contara con un gran central y fuera tan buena como su delantera, el Liverpool sería otra cosa. Se intentó en vano el fichaje de Van Djik (Southampton) y no se buscó el plan B. Era importante que Coutinho permaneciera en el club para que nadie (Firmino y Mane tendrán ofertas el próximo verano) pensara que es un club vendedor, pero también para ofrecer calidad en el último pase. Cuando te ataca, y cuando te viene a morder en busca del balón, el Liverpool da miedo, pero siempre te da más de una opción para entrar en los partidos.