El Barça choca con la brusca inflación
El Barça tiene 222 millones para gastar y mira fuera. Mira a Coutinho y a Dembélé, pero se los ponen muy caros. Algunos le recuerdan a Bartomeu lo que le pasó a Gaspart cuando se le llevaron a Figo a cambio de 10.000 millones: salió al mercado a toda prisa, fichó a toda prisa, pagó caro... Hizo un gasto apresurado para salir del paso y le fue mal. Pasó hasta cinco años sin ningún título en fútbol, excepción hecha de la Copa de Cataluña. Gaspart luego admitió que aquella precipitación por compensar la salida de Figo fue un error. Pero en ese momento sintió que no podía hacer otra cosa. Y entonces al menos se movía aún en un mercado lógico.
Ahora, como entonces, al Barça le esperan con el trabuco: el Liverpool si va por Coutinho, el Borussia, si va por Dembélé. Le piden cantidades fuera de lógica, casi disuasorias. Ya que el precio top del futbolista se ha elevado de un día para otro a 222 millones, a ellos no les parece un exceso valorar a su ‘crack’ de cien para arriba. Es el efecto del caso Neymar, del que se habla con desagrado, en voz más o menos baja, en las cancillerías de los grandes clubes de Europa, los que componen la ECA. Rummenigge ha recordado que el Allianz Arena, el estadio de su Bayern, costó menos dinero que Neymar. Y abogó por un tope salarial.
El caso Neymar tiene angustiado al Barça, con dinero y urgido a hacer algo, pero al tiempo ha alarmado a todos los demás. Los clubes que viven del mercado (televisión, ingresos por asistencia al campo y marketing) se sienten desprotegidos. Europa se ha dotado de unas normas de competencia que en el fútbol no se cumplen. En el caso PSG, Qatar inyecta dinero en el circuito, sí, pero a costa de crear una inflación desconcertante. Tira de los precios de traspasos y de salarios. Clubes de tradición y gran fondo de comercio, como Madrid, Barça o Bayern, merecen y necesitan que la UEFA vele por el ‘financial fair play’. Y visiblemente no lo hace.