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Madrid y Barça, vasos comunicantes

Celebró el Barça los veinticinco años de su primera Copa de Europa, aquella del gol de Koeman en Wembley y Cruyff pasando la valla, y reunió 28.000 espectadores para ver a los héroes de tan felicísima fecha en la historia del club. Jugaron un partido de Fútbol 7 (no querían correr mucho) ante los veteranos del Benfica, justo el club ante el que perdió el Barça su primera final, en el lejano 1961. Eso fue el sábado. El domingo, el Madrid convocó a 67.000 aficionados para ver su Classic Match, otro choque de veteranos, éste un Madrid-Roma, sin mayor épica a invocar. El Roma no significa gran cosa en el imaginario madridista.

Hay una desproporción en la asistencia, claro. La causa no puede ser sólo que en un caso era Fútbol 7 (que puede hasta tener su interés, como relativa novedad) y que el Classic Match tiene ya una tradición. Hay algo que pesa más: la diferencia de ánimo entre una afición y otra. El Barça ha ganado este año una Copa que quedó embocadillada entre los títulos de Liga y Champions del Madrid. LaLiga fue importante tras tantos años sin ganarla. Pero más la Champions, como segunda consecutiva, tercera en cuatro temporadas, sexta en color y consagrando una vez más a Cristiano, cuyo pulso con Messi tanto cuenta.

Difíciles fechas para una celebración del Barça, por importantísimo que fuera el aniversario. Por contra, para el Madrid, al revés, todo es motivo de reunión y jolgorio. Ya saben: vasos comunicantes. Cuando uno sube, el otro baja. Esa pobre entrada del Camp Nou para homenajear al gran ‘Dream Team’ al cabo de veinticinco años explica el primer desafío para Valverde: elevar el ánimo. Un entrenador es un líder. No sólo un jefe de la plantilla, también un portavoz del club, al que representa en cinco telediarios por semana, y un agitador del ambiente. Valverde se enfrenta a un desafío nuevo en su carrera.