Historia de Nadal
El Ganador. “Los hombres hacen la historia, pero no saben la historia que hacen”, dice Lluis Bassets en ‘Lecciones españolas’, su último libro. Nadal hace historia porque no lo sabe. Juega, su pasión es jugar. En este país de egoístas juega solo pero ha conseguido que su nombre sea también Nosotros. Su triunfo en París es más que un éxito deportivo. Es una demostración psicológica de cómo la generosidad se convierte en una fuerza única y en una ambición colectiva. Enhorabuena por su décimo Roland Garros. Este joven de Manacor sigue haciendo historia. Todos nos felicitamos.
La Roja de la reconciliación. Buen juego de esta nueva Roja de Lopetegui; muy deportivo, geométrico. Me gusta esa relación de futbolistas de todos los colores bajo el color rojo, anoche blanco en Skopje, con ese centro del campo lleno de virtuosos como Silva, Thiago, Isco e Iniesta. La simbiosis es casi perfecta, como el toque de Nadal. Es muy feliz este instante que vive la Selección. Es lamentable que en casa se agite la grada contra esa reconciliación tácita, por decir un símbolo, entre Ramos y Piqué, excelentes deportistas e igual de implicados en sus equipos como en España.
Pitos y flautas. Harto de los pitos en casa a Piqué. ¿Por qué le pitan? Porque habla. ¿Por qué habla? Porque le preguntan. Arremeten contra él porque no dice lo que esperan que responda. Pero son hipócritas: porque sí esperan que responda eso, y es que ya se lo han preguntado mil veces. ¿Madrid o Barça? Qué va a decir: Barça. A su manera. Calientan los partidos preguntándole a Piqué, y luego los siguen calentándolos pitando a Piqué.
Respeto a la historia. Piqué ha hecho historia en el Barça; y en un país difícil como este, en el que Cataluña se ha convertido en un símbolo de la imposibilidad del entendimiento en España, ha alternado la militancia azulgrana con su fidelidad al Barça, y a Cataluña. Cataluña y el Barça no son incompatibles con España. Lean a Bassets, sus lecciones españolas sonrojarán a los que insisten en usar el silbato contra Piqué... en nombre de España.
Un club grande. Y el Barça es un club grande; es mi equipo, con perdón. Y el de muchos que no sienten que el fútbol ha de ser una historia de buenos y malos. Aporta mucho talento a la Selección roja, desde siempre, desde Kubala y Luis Suárez. Este desdén que ahora se ha puesto de moda, porque no les gusta Luis Enrique, porque no les gusta Piqué, porque Messi, porque etcétera, es de una enorme mezquindad futbolística.
Hacer fútbol. El fútbol es quizá el más divertido de los juegos. Todas estas historias que desembocan en los pitos a Piqué están alimentadas por los constructores del odio, que casi jugando incendian las almas. Una grada la incendias con nada. Lean ‘Contra el odio’ de Caroline Emcke (Taurus) y ahí verán qué fácilmente se crean culpables para incendiar el graderío. Hacer fútbol es respetar al que viste diferente.
Messi y Cristiano. Renueva Messi. Cristiano ha hecho una gran temporada. Lo comentaba con Juan Antonio Morgado, compañero malagueño que durante cuarenta años se ha quitado sueño para cubrir los vaivenes del Málaga. Sin esa dicotomía, Messi-Cristiano (como aquella legendaria Kubala-Di Stéfano, o viceversa) el fútbol sería peor. Puedes pitar al Barça, pero ay si no existieran Messi y Piqué.
Historia y hombres. Ahora la Selección nacional es de cristal. Está compuesta por futbolistas de veremos (“Veremos qué pasa con Costa, veremos qué pasa con Iniesta, veremos qué pasa… con Piqué”). Y es muy importante la Selección para explicar cómo va el fútbol español, qué calidad tiene. Los hombres hacen la historia, pero no saben la historia que hacen. Los que pitan a Piqué no saben qué historia hacen. Y están tan contentos.