Habíamos olvidado lo bueno que es Kevin Durant
KD. Esas fueran las siglas que empleó LeBron James para explicar lo sucedido en este primer y descafeinado asalto de la Finales que se apuntaron los Warriors con una facilidad pasmosa. El análisis del de Akron resultó tan breve como certero. Si al equipo del 73-9 le añades a Kevin Durant… lo normal es que pasen cosas como la de anoche y que llevábamos intuyendo a lo largo de la temporada. Hay una regla no escrita que aconseja no sacar conclusiones precipitadas tras un primer encuentro en una serie al mejor de siete, pero lo vivido en el Oracle invita a lo contrario. Solo una versión sobrehumana LeBron James, la misma que justificaría esa comparación con Jordan de la que tanto se hablado estos días, nos permitiría disfrutar de una eliminatoria tan igualada y épica como la de 2016.
LeBron no fue el culpable de la derrota de los Cavs, lo que no evita que se le viera superado por las circunstancias. Acelerado en ataque (perdió 8 balones, una cifra impropia é él), sufrió lo indecible para contener en defensa a un Kevin Durant superlativo. El ex de los Thunder se paseó por el parqué del Oracle con sus 210 centímetros de altura, entendiendo a la perfección lo que su equipo requería de él en todo momento. Repartió juego, defendió y machacó los aros con la elegancia propia de los jugadores especiales. Sin duda, él es uno de ellos. Lo demuestra el que ejerciera de bombero con cuatro puntos consecutivos para aplacar el amago de resurrección de Cleveland (80-68). 38 puntos, 8 rebotes, 8 asistencias y ninguna pérdida apadrinan una actuación soberbia que vuelve a colocar el foco sobre un hombre llamado a marcar una época. Con LeBron y Stephen Curry protagonizando el revuelo de los últimos años, se nos había olvidado lo bueno que es Kevin Durant. Probablemente, el segundo mejor jugador de la NBA a día de hoy.