Era una misión casi imposible
Todos los madridistas teníamos asumido que el cruce con el Fenerbahçe, siendo en Estambul, estaba casi condenado a aceptar una derrota honrosa. Los presagios evitaron el sufrimiento. A los pocos minutos del salto inicial, la tropa de Obradovic ya nos tenía contra las cuerdas. Tenía a su favor una legión en la grada que les hacía volar en los rebotes y afinar la puntería como si estuvieses en el partido de sus vidas. Para el Madrid sólo era una valla más que saltar entre todas las que ha salvado a lo grande desde que llegó a su banquillo Pablo Laso.
Hubo un amago de ilusión alimentado a base de triples (26-24). Irrumpía Udoh, que apagaba el fuego de la ilusión cada vez que soñábamos con una reacción racial liderada por el irreductible Llull. Pero Obradovic es el rey de la Euroliga y no olvidemos que si gana a los griegos en la final de mañana tendrá él solo tantas Copas como el Madrid (9). Brutal.