Diferente rasero: las críticas son para el observador y nunca para el ejecutor
Las culpas. Bakambu mete mano al Leganés, el árbitro no lo ve, el gol puntúa, lapidamos al árbitro y yo me enciendo harto de que la culpa recaiga siempre sobre mi compañero por verbigracia de los creadores de opinión y por los aficionados antideportivos que o callan o claman ante los devenires del juego según les convenga. ¿Es normal que la polémica descargue toda la responsabilidad del ejecutor y la proyecte en el observador? ¿Es menos corrupto el corrupto que se escaquea? El error humano en el arbitraje es un fallo inadmisible pero la intencionalidad del jugador, “la mano ejecutora”, queda en la más insulsa anécdota y sin neveras ni de camping.
Engañar. Es un juego sucio-sucio que se aprende en primero de manipulación mediática, un carroñismo exaltado sin apenas disimulo. ¡Y lo bien que se lo hacen! Unos engañando y los restantes escurriendo el bulto. Si además de arbitrar tenemos que jugar a las adivinanzas nos harían falta unas cuantas cámaras más (de esas que tanto os gustan). Además, es que no hay por dónde cogerlo. ¿A quién engañan? ¿Al árbitro, a la afición tal vez? Pues de rebote, pero antes que a ninguno engañan a sus propios compañeros. Qué bonito, qué deportivo...
Sin consecuencias. Cuando el engaño se refiere por ejemplo al dopaje el resto de deportistas se manifiestan en contra del engaño y a favor de la transparencia, el juego limpio y la deportividad. Pero parece que engañar al maestro, al juez, al pueblo no tiene ninguna consecuencia en el fútbol. Como cuando uno finge una falta y todos rodean al árbitro y al que está en el suelo ni le soplan. Ese proceder responde a un concepto corrupto de lo que es el compañerismo, fiel reflejo de un aula de la ESO. Un corporativismo de lo más simplón y mal llevado, una actitud que no se perdona en la clase política, como debe ser, pero que en la pasión de nuestros colores nos parece cojonuda.
Código de honor. Habría que revisar qué criticamos y qué somos porque esa diferencia de rasero dice mucho sobre las sombras de este show. Puede que sea una cuestión de valores, podría decirse que de honor. A lo mejor es demasiado exigir un código de honor a quienes parecen estar por encima del bien y del mal, pero podríamos intentar ser más justos con la persona, no robot, que ha sido engañada. Ya sé que no interesa.