Del efecto Mourinho al efecto Piqué
El Barça perdió dos cosas en Málaga: puntos e imagen. Ya con el gol de Sandro se produjo un revuelo de protestas al árbitro que las imágenes demostraron infundadas: Sandro había arrancado de su propio campo. Fue el propio Mathieu, uno de los más protestones, quien le dio toda la ventaja, al intentar hacer quedar en fuera de juego a quien no podía estarlo. El resto del partido, y aún antes, el Barça estuvo demasiado pendiente del árbitro. Neymar, al ser expulsado, aplaudió al cuarto árbitro (¿y qué tenía que ver?) con lo que comprometió más su triste situación. Luis Enrique se quejó del penalti a Sergi Roberto e ignoró el gol mal anulado a Peñaranda.
Todo un mal aliño para un mal partido, que el Barça empezó a perder cuando Piqué y Rakitic, no sé si con la anuencia o el consejo de Luis Enrique, se limpiaron de tarjetas a cambio de faltar en Málaga. Lo siguió perdiendo con el enésimo petardazo de André Gomes, con Mascherano de lateral y dos centrales zurdos y, finalmente, con la noche extrañamente pálida de sus tres estrellas. De ellas, Messi y Luis Suárez hicieron simplemente un flojo partido, pero Neymar hizo algo peor: hizo el tonto una vez más con la bota, en ese empeño por fijar las cámaras en ella, el bruto en su expulsión y el torpe con el cuarto árbitro.
Y Luis Suárez, recriminándole a Sandro la celebración... El buen muchacho hasta se disculpó después, aclarando lo que ya estaba claro: cantó su alegría y la del Málaga, no contra nadie. Todo junto me hace ver que en el Barça toma carta de naturaleza una especie de ‘efecto Piqué’, que va arrastrando a otros hacia actitudes muy diferentes de las del Barça de Puyol, Xavi e Iniesta. De ellos sólo queda este último, que sigue dando ejemplos de sensatez y cordura. Pero se va quedando en minoría silenciosa. La mayoría bulliciosa se agrupa en torno a Piqué, que arrastra al Barça en tan mala dirección como Mourinho arrastró al Madrid en su día.