El Madrid y el Barcelona sacan un diez
¡Esto sí es el Madrid! me decía eufórico Roncero. Desprovisto de muchos de sus titulares (Carvajal, Varane, Marcelo, Kroos, Bale y Cristiano, ahí es nada) soltó un partidazo. Las razones son dos: una, que los suplentes son todos buenos, algunos excelentes, y además se aplican al trabajo, sin dejarse abatir por el despecho; otra, que con la BBC al completo el equipo tiende a desperdigarse y esta vez no pasó. No pasó eso de tres arriba desentendidos, siete jugando contra diez, progresivamente desconcertados y descolocados. El Madrid fue un equipo en el pleno sentido de la palabra, con todos cerca, apretando, viéndose, apoyándose.
Llamó la atención Benzema, en una versión que escasea. Atento, con las orejas tiesas, decidido, metedor. Se dio a ver en el área y fuera de ella, por la derecha, donde abusó de Luna, que tuvo una tarde fatal. Fue otro, quizá porque ha visto las orejas al lobo. Con él también destacaron James y Asensio, soberbios. Tener suplentes tan enchufados no es fácil. James ha tenido tentaciones de desmoralización estos dos años, se ve que las ha vencido. Asensio ha sido impecable en su actitud. La forma en que se emplearon ayer en un campo difícil debe hacer reflexionar a Bale y a Cristiano, que se permiten unas licencias que perjudican al equipo.
Con tan firme victoria en Ipurua, campo difícil, el Madrid volvía a adelantar al Barça. Pero sólo por horas. El Barça dio la réplica ante otro buen equipo, el Celta, al que desmanteló. Sobre todo por los tres de arriba, que están de dulce (¿y cuándo no, me dirá alguien?), pero esta vez con mejor aportación del resto. No fue un equipo mediocre con tres genios arriba, como me ha parecido otras veces, sino un equipo apañado con tres genios arriba, que es más. Así alcanzó el número de goles más repetido estos días en Barcelona, los cinco. Los que hacen falta para doblegar al PSG. Cada partido es cada partido, pero este cinco autoriza a soñar.