Si la buena gente rechaza a los ultras...

Cayó Torres inconsciente y a las expresiones de espanto de jugadores de uno y otro equipo se sobrepusieron gritos inicuos de los Riazor Blues, que aún buscan revancha por la muerte de ‘Jimmy’. El resto de Riazor reaccionó contra sus gritos, en un ejercicio de decencia colectiva muy de agradecer. La buena gente que va al fútbol empieza a reclamar el sonido del estadio, tantos años entregado a los ultras. Pasó hace poco en el Atlético, cuando el Frente intentó condicionar la animación ante el Barça. Y en Sevilla, donde los ‘biris’ han acabado por hartar al resto del campo desde su asquerosa pancarta reivindicando al violador.

Los ultras son malos para el fútbol, son malos para todo. Es absurdo mirarlos mejor o peor según sean de tu equipo o no, de tu tendencia política o de la contraria. Los ultras son, en lo esencial, iguales todos: fruto de la ignorancia, del narcisismo y del envalentonamiento del que se hace carne de pandilla. Les hemos tolerado demasiadas cosas, hemos sido indulgentes con gritos asquerosos, hemos sido cómodos, conformándonos con la explicación de que animan, dan color. Y en eso se crecen, llegan a considerarse benéficos, hasta necesarios para la buena marcha del club. Es bueno hacerles sentir lo contrario.

Últimamente veo bandas ultras que vuelven a crecerse por aquí y por allá. Tras la reacción colectiva que provocó la muerte de ‘Jimmy’ (desgraciadamente sin culpable, en un bochornoso fracaso del sistema) empiezan a crecerse otra vez. Se vuelven a oír gritos inaceptables, vuelven las peleas... LaLiga prepara nuevas medidas, pero ninguna será tan eficaz como el repudio de la buena gente de cada estadio, que con su estrepitosa mayoría puede hacer sentir a esos malos vecinos que son los ultras que el sonido del estadio es de todos, no de la minoría de agresivos. Al modo de lo que ocurrió en Riazor con el caso del Niño Torres.