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Sorpresa de Luis Enrique y locura de Bale

Partido loco en el Bernabéu en una noche trepidante que alteró primero Luis Enrique, con su anuncio-sorpresa de que se va en junio, y luego Bale, en un rapto de enajenación mental transitoria que dio con sus huesos fuera del campo, por su insistencia en conseguir que Fernández Borbalán le expulsara. El saldo final es una nube de comentarios sobre la decisión de Luis Enrique, el cambio de líder (toma la cabeza el Barça, aunque con un partido más) y una sensación equívoca en el madridismo. Gustó la reacción, pero se quedó corta. Zidane fue pitado por retirar a Isco. Keylor ya es visto como sospechoso. El Bernabéu le va a caer encima, temo.

Lo de Luis Enrique fue sorpresa por la forma, no por el fondo. Se sabía que no daba más de sí. Una vez vista la reacción de Messi tras marcar el penalti al Leganés, el mal rollo era ya demasiado visible. ¿Por qué lo anunció justo anoche, y no en otro momento? Puede ser que se haya enterado de que ya hay gestiones a sus espaldas para el sucesor. O puede ser que haya pensado que tras el anuncio el mal rollo se relajará, que la convivencia va a ser más llevadera. Todavía hay objetivos que pueden provocar la unión. Hay una final de Copa asegurada, la Liga vuelve a entrar en el radar y hasta el que quiera puede soñar con una improbable remontada ante el PSG.

Al segundo de los objetivos contribuyó el Madrid con su empate, en un partido que fue una película del Oeste, carreras, disparos y caídas de principio a fin. Bale dejó a los suyos con diez y entre eso y el buen juego de Las Palmas la cosa llegó a estar 1-3. El error de los canarios fue no respetar a partir de ahí su estilo calmoso, sino tratar de marcar el cuarto en contraataques rápidos. Metidos en ese vértigo, el Madrid salió ganando y acabó empatando con un cabezazo salvador de Cristiano, al que cada vez veo más útil jugando ahí dentro y menos como extremo. El empate deja malestares (a Marcelo se le notó) y evapora del todo el colchón de seguridad.