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Urdangarin: el final de la escapada

Urdangarin, al que ahora vemos en tan mala postura, bien pudo haber sido presidente del COE. Cuando concluyó el mandato José María Echevarría, él era perfecto para la sucesión. Las federaciones le querían y el mundillo que viene tradicionalmente ocupando el COI, tan amante de los títulos y las realezas, más aún. Era doble medallista olímpico y yerno de Rey. Y había sido vicepresidente con Echevarría. Toma ya. Lo tenía todo. Pero lo desbarató su arrogancia en las reuniones con los presidentes de federación. Quería llevar el COE con la misma gente con la que se estaba metiendo en negocios raros. El mundo del deporte dijo que no.

De resultas de aquello, el cargo fue para Alejandro Blanco, entonces presidente de Judo, y que para decirlo todo, está marcando un antes y un después en el COE. Respecto a Urdangarin, ya se conoce su peripecia posterior: rompió definitivamente en aventurero de fortuna, junto a su socio del alma. Arrastrado por la codicia y la sensación de impunidad de tantos otros, en su caso con el agravante de su posición de ventaja por la pertenencia a la Casa Real, montó el desaguisado que le ha llevado a este punto. Lo peor es que por el camino ha hecho daño. A la Corona, para empezar. Y a bastantes personas que ha ido salpicando por el camino. 

Por fortuna, Mercedes Coghen, ex consejera delegada de Madrid 2016, ha sido exonerada. Para quienes conocemos los detalles del caso, es una noticia feliz. Pero ha tenido que sufrir mucho con la exposición en los telediarios, sentada en esa sala de reos. Como les ha pasado a varios otros que cumplían instrucciones de unos superiores que ordenaban, pero no firmaban, así que han podido silbar y mirar para otro lado. Pero sin su complicidad o su cobardía moral no hubiera sido posible este descalzaperros. No quisieron hacer lo que la decencia demandaba: resistir el capricho del yernísimo y mandarle a paseo. Las federaciones sí lo hicieron.