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Federer se ha vuelto un cañonero

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Roger Federer sigue asombrando a propios y extraños en Melbourne. Hasta él mismo parece no creérselo. Cuando veía que el cuarto set se le escapaba y le venía un quinto encima a sus 35 años, no sintió la más mínima inquietud. Se sentía fuerte, seguro y confiado. Enfrente, Nishikori, un jugador de 27 años en plena progresión, no podía decir lo mismo. Su cuerpo comenzaba a sentir las secuelas del bombardeo que estaba sufriendo. Poco después tuvo que ser atendido en la propia pista. La cadera y la espalda no aguantaban ya tanto raquetazo. Federer se ha convertido en un cañonero, y dispone ahora de una potencia de pegada como jamás se le ha visto. Ha estrenado un nuevo modelo de raqueta que imprime a las bolas mayor velocidad y las hace inalcanzables a sus rivales.

Ustedes dirán y ¿por qué no usan todos esa raqueta? Ahí está la madre del cordero. Cualquiera puede empuñarla y mandar las bolas aún más rápidas que Federer, el problema es meterlas en la pista. Lo normal en una raqueta es que a mayor control, menor velocidad. Y al revés. Pues Federer ha conseguido control y velocidad. Resultado: un juego ofensivo demoledor, que acaba con el rival corriendo de lado a lado viendo como le llueven cañonazos por todas las esquinas. Para Federer es sencillo: apunta y dispara. Según transcurre el torneo, aumenta su efectividad: 1,24 golpes ganadores por juego contra Melzer, 1,41 contra Rubin, 1,42 contra Berdych y 1,69 contra Nishikori. Ganar, no se si ganará en Australia, pero que este año no se va en blanco, seguro.