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Reivindico el control del lenguaje en los medios; verdades y no chismes

Palabras. Estaba pensando en esta afición mía de juntar palabras con la tele puesta y la atención a medio gas cuando escuché a Eminem cantar que “las palabras son unas hijas de perra. Pueden ser grandiosas o pueden ser aún peor, pueden enseñar odio”. Qué gran verdad. Todos conocemos las repercusiones históricas y políticas que tienen las palabras. La lucha por la libertad o hacer la guerra, todo pasa por oradores en sus púlpitos, por prensa y propaganda, por influenciar el pensar de la masa y sumar fieles.

Dignidad. En lo deportivo, donde cada vez se habla más y más seriamente, con un semblante de ética y dignidad encorbatado, de juego limpio, respeto y deportividad, se castiga a los jugadores que faltan y a las aficiones que pitan, protestan y se expresan de una manera en que el sistema pueda atisbar resquemor político, incitación al odio racial, sexista o de cualquier tipo y demás conductas inapropiadas. ¡Pues claro! Esa basura es inadmisible. Desde la tolerancia cero pasando por el debate prima la condena general a este tipo de actitudes. Se trata de un uso violento y explícito del lenguaje que desemboca en la humillación, el desprecio y el insulto. En cambio, vemos normal e incluso aludimos a la libertad de expresión más constitucional y grandilocuente cuando escuchamos, leemos y decimos que un árbitro es un vendido, que el partido está comprado, que si una ayudita arbitral por simpatía culé o madridista. Así, sin vaselina, y todos bien receptivos.

Rigor. ¿Dónde queda el rigor o la responsabilidad? ¿No se siembra con esas injurias el odio hacia el colectivo más vulnerable del fútbol? ¿Acaso no se está alimentando con prejuicio y asco (de manera nada sutil, por cierto) a miles de forofos que devoran la prensa deportiva? Nos rasgamos las vestiduras señalando a radicales mientras decimos amén a una cantidad vergonzante de propaganducha cotidiana que ni se esfuerza en disimular, no sólo infravalorando la profesionalidad del árbitro; también agraviándolo sin ningún dato ni propósito más que ensuciar con total impunidad. Carnaza amarillista.

Respeto. Así las cosas, cuando se tiene por normal lo que no es tolerable, cuando no existe ni rasero que valga, pecaré de utópico pero reivindico el control del lenguaje en los medios. Que se cuenten verdades y no chismes, que el argot se supedite al respeto, que el insulto directo o velado no tenga cabida ni en el deporte ni en sus herramientas de difusión ni para los que juegan, ni para los que animan, ni para los que arbitran.