Prandelli da coherencia donde había esquizofrenia
Hace un año el Valencia era una oda a la esquizofrenia. Cada decisión que se tomaba era una burrada aún mayor que la anterior. Con un paso se pisaba un charco, con otro algo peor. Y por ello hasta hubo que ‘congratularse’ por salvar la categoría y aquí paz y después gloria. Pero ésta, la gloria, ni se asomó a lo lejos de Pako Ayestarán, a quien ni la excusa razonable de la confección tardía de la plantilla le salvó tras cuatro derrotas consecutivas de seguir la senda de los Pellegrino, Djukic, Pizzi (diferente su caso, que conste), Nuno y Neville. Salvador González ‘Voro’ mediante, el Valencia tomó aire contra el Alavés y Leganés, aunque llegó el Atlético a Mestalla y le dejó cristalino lo lejos que está el Valencia del que hasta no hace tanto era su hábitat natural.
Entonces apareció Cesare Prandelli. Sea por ese estilo y acento italiano que tanto recuerda al primer Ranieri que pisó Mestalla; sea porque tiene un currículum y no una carta de recomendación de Singapur; sea simplemente porque en el Valencia se han hecho tan mal las cosas que todo parece mucho, lo cierto es que Prandelli ha caído de pie entre los valencianistas. Entre los aficionados y también los futbolistas. Prandelli está dando coherencia donde hasta hace nada habitaba la locura. Detalles como llamar a Ranieri o comer un día con Carboni para saber cómo es Valencia; no marear de primeras a sus jugadores con flechas y tácticas sino simplemente darles tres ideas básicas de lo que quiere que hagan; o intentar entender cómo es su nueva afición y el por qué de su exigencia (“el aficionado del Valencia nunca parte de no poder vencer sino que siempre cree que puede ganar”, dijo el técnico en su entrevista en AS). En verdad nada de lo dicho está fuera de lo lógico y común, pero en este Valencia la normalidad se convirtió en algo extraordinario.