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Contador, Nairo, Froome y los Pirineos

La Vuelta se ha venido arriba de forma impresionante. Anteayer, con una etapa alborotada y magnífica, todo un espectáculo aunque sin consecuencias decisivas en la clasificación. Ayer, con un ataque larguísimo, la etapa plena, lanzado por Contador, que arrastró a Quintana y a unos cuantos más a una aventura que puede resultar decisiva. Froome se quedó, llegó a conectar, pero un nuevo acelerón de Contador le descolgó de nuevo. Más atrás, sus compañeros del hasta ayer imbatible Sky, se esforzaban por alcanzarle y socorrerle, pero no pudieron. Todo ello, en un juego de alianzas e intereses cruzados.

La montaña, siempre la montaña. Esa es la gran verdad del ciclismo. Por los Pirineos han discurrido estas dos etapas tan bellas. La de ayer fue de una emoción permanente: el grupo de Contador y Quintana delante, el muy numeroso de Froome, los Orica y los Astana detrás y, más allá, el resto, con los Sky, que muy pronto tiraron la toalla y ofrecieron, por cierto, un final vergonzoso. Su jefe se las apañó con aliados ocasionales para mantenerse a una distancia prudencial de los de arriba hasta la base del Formigal. Ahí, cada uno hizo lo que pudo. Y él sufrió lo suyo en la ascensión, víctima sin duda del estrés.

El saldo fue que Quintana se coloca en una cómoda ventaja de 3:37. Queda Vuelta para que Froome intente acosarle. Hay una contrarreloj que le da ventaja, y unas cuantas llegadas en alto más, particularmente la de Aitana, el penúltimo día. Una perspectiva ideal para el aficionado, un premio para los que diseñaron este recorrido, en el que los Pirineos han hecho sentir su fuerza. Y todo gracias al coraje de Contador, que no se rinde. Quizá sus fuerzas no sean ya las de antes, pero su coraje es el mismo. No creo que gane esta Vuelta, pero nos hace sentirnos tan orgullosos de él como en sus mejores días.