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Bolt y Van Niekerk: historia grande del atletismo olímpico

Una noche para no olvidar. Confieso que pensé que Usain Bolt iba a perder con Justin Gatlin, pero empecé a cambiar de opinión al ver al jamaicano en las semifinales. Así y todo, no las tenía todas conmigo. Me equivoqué, ganó Bolt con solvencia y me alegro. No tengo por qué ocultar mi infinita admiración por El Relámpago. También confieso que estaba seguro de que en los 400 metros iba a ganar el sudafricano Wayde van Niekerk y que podría rondar el récord del mundo, a pesar de competir por la calle ocho… o tal vez por ello, que nunca se sabe. Batió el récord, sí, desbancó a Michael Johnson, que me dejó con la boca abierta en los Mundiales de Sevilla 1999, con aquellos 43.18 que ahora han empequeñecido ante los 43.03 del africano.

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Vamos con Usain Bolt. ¿Qué se puede decir que ya no se haya dicho? No es que sea el mejor velocista de todos los tiempos, que ya lo era, es que es el mejor atleta de la historia, que también lo era ya antes de poner esta guinda a su historial, que no será la última porque en Río le esperan aún los 200 metros y el relevo. El velocista de la parroquia de Trelawny corrió en un tiempo de 9.84 en las semifinales y creo que ahí basó su victoria mental ante Justin Gatlin, un hombre que se sabe inferior al caribeño en la alta competición. Bolt es uno de esos deportistas (no hay muchos) que ganan la mitad de las competiciones trascendentales antes de ponerse en la línea de salida.

En la final Bolt no salió bien, como casi siempre, pero nadie consiguió esa ventaja mínima para poder llegar al final antes que él. Bolt iba muy atrás, lo vi medio batido, pero su aceleración fue portentosa. Me acordé de Tommie Smith en los 200 metros, con ese cambio de ritmo colosal en los últimos 50 metros del doble hectómetro de los Juegos de México 1968. Bolt me dejó boquiabierto.

Séptima medalla olímpica de oro y tercera consecutiva. Lo nunca visto, en este último aspecto. Bolt subió a los cielos, territorio que frecuenta y del que le cuesta bajarse. Dice que estos son sus últimos Juegos, pero no me extraña que su entrenador, Glen Mills, intente convencerle de que siga hasta Tokio 2020. ¿Qué técnico se resignaría a perder un pupilo así?

Y, ahora, el sudafricano Wayde van Niekerk. Un hombre nacido para la velocidad. Único en la historia capaz de bajar de 10 segungos en 100 metros (9.98), de veinte en 200 (19.94) y de 44 en 400 (43.48 antes, y ahora 43.03), ya en la frontera de una barrera colosal: la de los 43 segundos en la vuelta a la pista. Absolutamente impresionante. Van Niekerk, que nació en Ciudad del Cabo hace 24 años, ya fue campeón mundial la temporada pasada. En la final olímpica de Río bajaron de 44 segundos tres atletas. Un espectáculo.

¿SABÍAS QUE EN 100 METROS…?

El primer campeón olímpico fue el estadounidense Thomas Burke, que ganó en Atenas 1896 con 12.0. De los cinco atletas que compitieron en la final fue el único que salía con cuatro apoyos.

Harold Abrahams, judío británico, fue vencedor en París 1924 y su hazaña inmortalizada brillantemente en la película Carros de Fuego, Oscar en 1981.

Jesse Owens es uno de los velocistas míticos, vencedor de cuatro medallas en Berlín 1936, ante Adolf Hitler. Ganó en 100, 200, longitud y el relevo.

El también estadounidense Harrison Dillard era el mejor vallista del mundo en 1948, pero fracasó en los Trials en esta prueba y compitió en lisos, donde venció. Le llamaban El Huesos, por su escasa consistencia física.

La primera final olímpica en la que todos los competidores fueron de raza negra fue la de México 1968. Jim Hines rompió la barrera de los diez segundos (9.95) y le siguieron Lennox Miller (Jam), 10.04; Charles Greene (Usa), 10.07; Pablo Montes (Cub), 10.14; Roger Bambuck (Fra), 10.16; Melsin Pender (Usa), 10.17; Harry Jerome (Can), 10.20 y Jean-Louis Ravelomanatsoa (Mad), 10.28. Una carrera mítica.

El último campeón olímpico blanco ha sido el británico Alan Wells, que venció en Moscú 1980 en ausencia de los velocistas estadounidenses, que no acudieron a causa del boicot de su país por la invasión rusa de Afganistán. Venció con 10.25, la misma marca que el cubano Silvio Leonard.

Los dos únicos atletas que han ganado dos Juegos Olímpicos consecutivos habían sido, hasta la pasada madrugada, el estadounidense Carl Lewis (Los Ángeles 1984 y Seúl 1988, aquí tras la descalificación del canadiense Ben Johnson por dopaje) y el jamaicano Usain Bolt (Pekín 2008 y Londres 2012). El Relámpago ya tiene tres.

El récord olímpico lo tiene Bolt en 9.63, logrado en Londres 2012. También tiene la segunda mejor marca de los Juegos, por los 9.69 con los que venció en Pekín 2008.

Historias de los 400 metros, en un post cuando lo permita la actualidad olímpica.