La pelota va ganando a los hooligans
Hasta ahora podemos estar satisfechos. Más o menos satisfechos. Pero no podemos olvidar que, mientras se está jugando esta Eurocopa en su territorio, Francia ha tenido que sufrir otro horrible atentado islamista. Hace unos días, una pareja de policías fue vilmente asesinada y su niño de tres años fue salvado in extremis por la intervención de las fuerzas especiales. La amenaza terrorista sigue (y seguirá más allá de la competición) pero no ha conseguido impedir que los franceses y los aficionados de toda Europa disfruten del fútbol. Ésta es la primera victoria de Francia: haber conseguido hasta ahora que la fiesta sea bonita, a pesar del contexto de violencia. Tampoco los hooligans rusos, ingleses y croatas han logrado que se deje de hablar de la pelota y de los goles de Bale, Morata o Cristiano.
La voluntad de ser alegres que denotan mis compatriotas, esa de la cual hablaba al principio de esa competición, continúa tan feroz. Ellos quieren ver el vaso medio lleno antes que medio vacío. Hasta tal punto que los medios de comunicación están valorando en exceso cosas que ciertamente son bonitas, pero que no merecen tantas alabanzas. Hablo, por ejemplo, del culto a los aficionados irlandeses. Una moda un poco too much.