España regaló un tiempo y lo pagó caro
Camarón que se duerme, se lo lleva la corriente. España hizo una primera parte cómoda, sin tensión y eso le costó el partido. Calor, poco rival y muy encerrado, sensación de que el partido se arreglaría solo. Eso fue España en la primera mitad. Se puede hacer excepción de Lucas Vázquez, que debutó con la ilusión del novillero. Se fue algunas veces y en una de ellas le colocó un buen centro a Aduriz, que saltó como un león y cabeceó fuera por poco. Eso y un tiro al palo de Thiago fue todo en la primera parte. A cambio, ellos se escaparon una vez, pillaron a todos dormidos menos a Piqué y Okriashvili marcó.
En el descanso pedíamos en Carrusel la salida de Iniesta y Silva. Cesc y Thiago no le habían dado ritmo al equipo. Iniesta entró tras el descanso, Silva algo más tarde. Todo cambió, claro. Sobre todo por Iniesta, que una vez más dio un curso. Está fenomenal de físico y de lucidez, con ese juego suyo tan pleno, que combina desmarque, regate, pase, apoyo. Nolito por fin encontró con quién jugar. Iniesta, Jordi Alba y él combinan bien por ese lado. Silva terminó de completar la mejoría. Como siempre, todo bien. Y eso incluye esos pases cruzados a Jordi Alba (una casi fue gol) como los de Messi en el Barça.
Pero no llegó el gol. Faltó remate. El equipo no encontró a Aduriz, como fatalmente ha ocurrido antes con tantos otros nueves. Ser delantero centro de este equipo es oficio difícil. Eso sí: en esa segunda mitad apretaron todos, se les notó ansia de ganar, dominio del juego, solidaridad. Pero Georgia se creció en defensa, metió pierna fuerte y resistió. Y les perdonó el árbitro un penalti, en jugada en la que Busquets salió descalabrado. El caso es que ni con siete minutos de prórroga entró el gol. Un chasco, pero que no entiendo que sea síntoma de nada grave. Sí se puede reprochar haber perdido un tiempo.