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El perfecto manual para crear problemas donde no los había

Una campaña electoral. Primero de todo, organice unas elecciones y haga el ridículo tras el escrutinio simulando pactos imposibles. Cuando vea que ha fracasado por egoísmo y sus ansias de poder, échele la culpa a los electores, que no supieron votar bien y monte unas nuevas elecciones para ver si esta vez le dan la razón. Una vez convocados los comicios, saque todo su arsenal de malas artes y desentierre cualquier tema que le otorgue rédito electoral. Si habla de banderas, el éxito está asegurado, si mete a los catalanes por medio, es difícil que fracase. Ya tiene un bonito lío montado y un barreño donde poder pescar.

Cree problemas. El segundo paso a cumplir en el manual para liarla es el de no permitir que un partido de fútbol se pueda desarrollar por los cauces normales. A diferencia de otros años, esta vez no había campañas de entidades para pitar el Himno ni reivindicaciones más allá de discutir el doblete para uno u otro equipo. Si había pitada, habría pasado inadvertida. Hasta que apareció la señora Concepción Dancausa todo era normal. Algo inaceptable en los tiempos que corren. Las urnas están a la vuelta de la esquina y hay que hacer ruido. Provocar y señalar.

Indigne a la gente. El tercer paso del manual es consecuencia de los dos primeros. Mientras los políticos de uno y otro bando se preparan para recoger los frutos del colapso en unas semanas, la gente se posiciona cada vez más indignada. De nada valen las posturas de consenso. O estás conmigo o estás contra mí es el lema de moda. No valen paliativos ni agravios comparativos. Se impone el “porque yo lo digo”. Es la hora de frases grandilocuentes como la “destrucción de España”, “la afrenta a la unidad del estado” y exageraciones varias. Hasta los más moderados, que jamás hubieran pensado en ir a un partido de fútbol para protestar se plantean ya la opción de expresar su opinión. Aunque sea para no ser menos que otro.

Problema fuera. Es importante que en esta estrategia le patine la seguridad de la gente. Total, usted llegará al partido en coche oficial y escoltada por la Policía. La misma Policía que deberá de lidiar durante toda la tarde con ciudadanos inofensivos que tratarán de reivindicar sus derechos. Lo que sería un problema sencillísimo de arreglar dentro del campo lo ha exportado fuera del estadio, a la calle donde, avergonzados, esperaremos a que unos insensatos nos vuelvan a utilizar.