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A Tebas se la dan con queso

Todos los años igual. Llegan las últimas jornadas y el asunto de las primas y los pactos florece en nuestro fútbol como las margaritas en mayo. Está ahí, sembrado desde tiempos ancestrales, va en el ADN de nuestra competición y, desgraciadamente, va a ser muy difícil erradicarlo. Aunque Tebas se ponga intenso y en plan sabueso, lo veo como al inspector Clouseau en La Pantera Rosa, se la van a clavar, seguro. El hampa está acostumbrada a saludar al jefe de policía en las fotos, todos encorbatados y rollizos, apostando por la legalidad y la honradez, mientras sus chicos malos hacen lo que tienen que hacer por detrás, como lo vienen haciendo desde siempre. Este año, como el pasado, volverá a haber primas a terceros y acuerdos alevosos. Y lo de las apuestas, por descontado, aunque sea para ganarse unos eurillos, que los futbolistas son muy del puño apretado.

Los Cármenes. Si el Granada aprieta mucho, lo mismo es mejor para el Barça, que se rebrincó con el juego intenso del Espanyol como hacía semanas que no hacía. Veremos si la hierba está alta o la habrán dejado ya en plan alfombra…

El Rayo. Al pobre Martín Presa se le ha quedado cara de Sabina cantando lo de ¿Quién me ha robado el mes de abril? La de palmadas en la espalda que habrá recibido en las reuniones de la LaLIga, que no eran palmadas, claro.

Arbeloa, el sabidillo. El recio defensa blanco se despidió del Bernabéu como les hubiera gustado despedirse a jugadores de mucho más madridismo, como Raúl o Casillas. Hay que decir que Álvaro estuvo en su papel de futbolista cumplidor, llegó su fecha de caducidad, lo aceptó, asumió y a otra cosa, no como otros. Eso sí, no pudo evitar pasearse por los medios dando lecciones a todo el mundo: a los periodistas, a Del Bosque, a rivales, a aficionados, a clubes… Parece que lo sabe todo, menos centrar bien con la derecha.

Don Juan Carlos Valerón. Recuerdo cuando Camacho era el seleccionador y, en cualquier charla futbolera, soltaba siempre: “El mejor es Valerón”. Aquellos años, el canario era el mejor centrocampista que había en nuestro país: fino, talentoso, atrevido. Fue el precedente de la generación que nos llevó a la gloria y hubiera mezclado maravillosamente con ellos. Se decía que le faltaba mala leche. Una vez, en la Eurocopa del 2000, el maestro Parrado le preguntó en una entrevista cara a cara si, como decían algunos, era un “mingafría”. Juan Carlos sonrió, como siempre, y contestó educadamente que le daba igual lo que dijeran otros porque él era así y no iba a cambiar. Gracias por no haber cambiado, mago. Gracias por demostrar a todos que se puede ser un jugadorazo y a la vez un tipo estupendo. Tiene el cariño, el respeto y la simpatía de todos los aficionados, sean del equipo que fueren, y eso no se gana besando escudos y con esos gestos infantiles que tanto vemos. Se gana siendo un fenómeno en todo, como Valerón.