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La salvación, un fiel reflejo de lo que ha sido toda la temporada

Alcanzar la permanencia matemática el día que recibes cinco goles en contra —la mayor goleada en un derbi, mal que pese a algunos, seguirá siendo el 6-0 de Sarrià en 1951— no puede ser más que el fiel reflejo de lo que ha sido la temporada del Espanyol, de principio a fin: un alegato a la mediocridad, una miseria sólo comparable a la de quienes, teniendo el título de Liga a punto, únicamente se dedicaban ayer a mofarse del portero rival: ‘valors’. Borrón y cuenta nueva, pero no tras el partido del Eibar —que será un plebiscito, si es que alguien acude a Cornellà—, sino a partir de hoy mismo. Sería la única manera de levantar la ilusión de una hinchada a la que la apisonadora de los disgustos ha acabado por arrollar.

Tan fugaz ha sido la ilusión durante el año como lo fue en el Camp Nou. Los siete minutos que tardó en avanzarse el Barça, en una de las múltiples faltas que se brindaron en la frontal. Un error que echó al traste la estrategia inicial de ahogar a los culés por dentro, lo que añadido a una salida de balón inexistente llevó a fiarlo casi todo a Caicedo, que recibió tantos balones como faltas, y casi siempre a 50 metros de la meta rival. Al final, resultará que el ‘Tamudazo’ fue el 0-0 de la primera vuelta, un punto que hoy da la permanencia matemática y mantiene la Liga sin campeón.